
Mandela y Zuma celebrando el 91 cumpleaños del primero el pasado 18 de julio en Sudáfrica / AFP
Actualizado
Jueves
, 04-02-10 a las 12
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Decenas de hijos presidenciales (la mayor parte de ellos bastardos), seis millones de seropositivos y un mandatario que en cada uno de sus mítines se muestra poseído por el espíritu de Fred Astaire.
Veinte años después de que Nelson Mandela fuera liberado de la prisión de Robben Island, este es el exiguo legado político que queda en Sudáfrica de los valores de libertad y progreso defendidos por el líder que luchó contra el apartheid.
Apelando a enseñanzas como “hay que golpear a los homosexuales”, Jacob Zuma fue elegido presidente el pasado abril, y desde entonces sus hábitos -y demandas- sexuales han dilapidado una herencia presidencial ya de por sí dañada en la pasada década.
Más aún cuando su último escarceo amoroso con la hija de uno de los organizadores del Mundial de fútbol -para que todo quede en casa-, desembocó el pasado mes de octubre en el nacimiento de su vigésimo hijo. Pero sobre todo, en una tormenta política ocasionada por las continuas y notorias aventuras extramatrimoniales del mandatario.
Y no será porque no esté bien servido en su residencia presidencial. Zuma tiene tres esposas oficiales después de un divorcio y del suicidio de su segunda consorte.
En ese sentido Mandela siempre fue más discreto: tres esposas, siempre después de la separación o muerte de la anterior.
Sin embargo, en virtud de esa buena estrella que provocó que un Mandela nonagenario le eligiera de “forma directa” para continuar su legado, las victorias de este Casanova negro no se limitan al terreno amatorio.
El pasado año, tan sólo unos días antes de celebrarse las elecciones, la Fiscalía general retiró los cargos por corrupción que pesaban contra él. Según estas acusaciones, cuando en 2005 Zuma era vicepresidente, habría exigido 600.000 dólares a la empresa francesa de armas Thales Internacional para “evitar” su investigación por los pagos realizados en el pasado al Gobierno de Pretoria.
50 asesinatos diarios
Así que con estos datos y con un país que cada día registra 50 asesinatos, algunos ya comienzan a lamentar la marcha del ex presidente Thabo Mbeki, un personaje odiado por los líderes del gobernante Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés), que jamás contó con las simpatías de Mandela, pero que llevó al país a un crecimiento económico sin paliativos.
Pero no hay que llevarse a engaño. El lenguaje populista de Zuma parece estar a salvo. Más aún ante una oposición política que no encuentra un representante en condiciones (pese a todos estos escándalos, en las elecciones de 2009 Zuma obtuvo el 69,69% de los votos; la fama del mandatario le precede hasta en sus números), y mientras la aceptación pública del ANC no hace más que acrecentarse.
Al igual que la victoria de la selección sudafricana de rugby en el Mundial de 1995 contribuyó de forma decisiva a dotar de una identidad propia a su población (como ahora muestra en pantallas de todo el mundo la película de Clint Eastwood, "Invictus"), el Mundial de fútbol del próximo junio seguramente devolverá al país la esperanza destruida en la última década.
Pan y circo, que decían los romanos.

