Un partido de oleadas, de apariciones y desapariciones, de respiros y acoso desmesurado. Inter y Barcelona vivieron a rachas, más los italianos, un equipo pasional, muy poco racional, compuesto a impulsos de gente vehemente y que funciona a latidos de individualidades: un fogonazo de Milito, una irrupción de Sneijder, la rabia de Eto'o. [Narración y estadísticas]

Ante todo eso el Barcelona ofreció la mayor regularidad que le da un mecanismo adquirido a base de años: buscar el balón pase lo que pase, esté enfrente quien esté: hacer el fútbol que les ha dado gloria. Sólo que esta vez el Inter le dejó a veces y a veces no, dependiendo del aire que le quedaba en los pulmones a las huestes de Mourinho, que sabía lo que se hacía.

El portugués cerró los caminos del centro, cortando los circuitos entre Xavi y Messi, aun a costa de despejar otros senderos igualmente peligrosos, es decir Pedro... Y decir Pedro ya es una palabra mayor, lejos del Pedrito de los primeros meses. Donde no llegaron los actores principales accedieron los secundarios: Maxwell por la izquierda superando a la megaestrella Maicon y Pedro rematando donde no alcanzó el superastro Ibrahimovic.

Intensidad italiana

El gol supo a gloria al Barcelona que, justo en esos momentos, navegaba en aguas turbulentas, perdido el esférico en la oleada italiana, que amenazó a llevarse a Valdés en dos remates francos que el argentino, con la mira desviada falló estrepitosamente.

Pero estos son italianos, competitivos, duros, de acero forjado. Buscaron lagunas negras en los de Pep y encontraron un agujero en el desaforado partido de Alves, que lleva unas semanas perdido entre su mirada de demonio de Tasmania y las excesivas alabanzas que le llevan a un cielo cegador. En esa nube descuidó su zona y por ahí llegó un inmenso Sneijder, delgado, rápido y certero, para devolver la esperanza a un Inter poco resignado a su suerte.

Justo en Sneijder y Pandev, trabajadores y con una vitalidad tremenda, basó el Inter su leve superioridad de la primera zona, siempre amenazada por las apariciones a la contra del Barça, aún con Messi espeso e Ibrahimovic desaparecido.

El físico decidió en la reanudación. El Barça cedió un metro y la presión tremenda del Inter, con una agresividad y poderío enorme, desarmó a los de Pep, que no encontraron alivio en la gente de arriba, cegado Messi en las jugadas individuales y penoso Ibrahimovic. Marcó enseguida Maicon con su poderosa zancada y luego Milito en una nueva aparición de Sneijder en combinación con Eto'o.

En el último tramo todo fue del Barça, que se volcó con su enorme arsenal pero sin excesivo fuego ni la frescura suficiente para desbordar a un rival cerrado, lógicamente a la italiana. Los de Pep gozaron de ocasiones, pero no acertaron en la definición.