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Columnas / EL PATIO

Cuento «El agente doble de la pipa sin humo»

Había sacado en las urnas casi los mismos votos que yo si me presentara a superiora de las ursulinas

Día 13/06/2010 - 12.42h
Número 3 de la Colección Cuentos de Pan y Pimiento: «En un imaginario reino llamado Espadaña hubo tiempo ha una dictadura que duró 40 años, la cual, con el paso del tiempo y como sucede con determinadas cosas, se convirtió en una dictamorcillona; la ejercía un general tan avieso que muchísimos de sus súbditos lucharon contra él durante décadas, hasta tal punto que, echarlo no lo consiguieron, pero sí que se muriera de viejo en la cama el tío, sucedido lo cual, dichos espadañoles, gente singular y folkórica, se inventó una democracia tan original que gobernaban los que perdían las elecciones, como por ejemplo sucedió en una ciudad llamada Chevilla, donde mandó tela marinera del telón uno de aquellos que denodadamente habían luchado contra el dictador, tan denodadamente, que debido a ello prácticamente no tuvo tiempo en toda su vida para doblarla. Se llamaba aquel hombre Antonio Rodríguez Tresijos; pertenecía al Partido Comunitario, que había sacado en las urnas casi los mismos votos que sacaría yo si me presentara a superiora de las ursulinas, y solía aparecer en público con una pipa en los labios que echaba menos humo que la de un muñeco de nieve.
Bueno, pues aquel político logró ostentar tanto poder, que no hubo quien, entre los suyos o los asociados que tenía en la gobernación de la ciudad, osara llevarle la contraria en nada, haciendo todo lo que se le iba ocurriendo,en cuestión de generosas dádivas a los afectos, obras o, por ejemplo concreto, convertir a los chevillanos en émulos de Induráin, para lo cual ordenó construir un carril para bicicletas que circundó la ciudad y se llevó por delante en la vorágine terrazas de bares, kioscos, ciegos que vendían el cupón de la ONCE, puestos de trabajo, aparcamientos, árboles y cagadas de perro, mientras que él no se bajaba del coche oficial ni para deponer (vaya sinónimo cursi, ¿que no?), todo lo cual le acarreó la inquina de los medios de comunicación, que incluso le criticaron que de vez en cuando se hartara de mariscos a costa del presupuesto, sin tener en cuenta que a él los mariscos no le gustaban pues los aborreció en Cerro Muriano, y sólo los comía porque eran rojos.
Y de tantos desmanes lo culparon al pobre hombre, que llegó un momento en que, escamados por las malintencionadas denuncias fachosas, dos espías del CNI lo investigaron a fondo, descubriendo asombrados la tostá: Tresijos ni era comunitario ni na, sino un agente doble infiltrado por la oposición para cabrear a los chevillanos y que estos los votaran a ellos en las siguientes elecciones». Y colorín colorado...
jlmontoya@abc.es
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