A los periodistas no sólo nos hacen cumplir años los afectos. También nos obligan a trepar por la memoria aquellos que un día incorporamos a la hemeroteca de nuestra vida. Hace quince años que Joaquín Leguina daba paso a Alberto Ruiz-Gallardón (ARG) en la Comunidad. Los que asistimos a esa escena en el salón Canalejas de Sol, desde cuyo balcón se proclamó la República, vimos al socialista sacudirse con dignidad el coche oficial y quitarle el polvo al Metrobus. Y allí, antes de cederle el BOCAM al bisoño Gallardón («usted no ha sido ni presidente de su comunidad de vecinos», le espetaba el socarrón Leguina a ARG) dedicó unas palabras profundas a Mar, la esposa del alcalde, mujer fundamental por más que quiera vivir siempre en el anonimato.
Esta semana, como quien vuelve al primer amor, Gallardón convidó a un almuerzo en El Retiro a todos los que son hoy, pero también a los que fueron y seguramente, como Gardel, no quieren el regreso: Peral, Beteta, Cortés, Villapalos, Pedroche, Posada... Seguro que con alguno de ellos, como con su amiga Esperanza, dejó ARG hace años de tomar cañas en Lavapiés. Y es que hubo un tiempo en que esas cañas se volvieron lanzas para todos.
Hace tres lustros, el actual regidor parecía el hijo empollón de Beteta, envejecido este por algún postre de más. Hoy, los kilos perdidos por el consejero y las nieves del tiempo sobre el pelo del alcalde, los ha montado en el mismo tren, con boleto de ida y vuelta a El Retiro. Que quince años no es nada lo demuestra que en torno a esa mesa también se sentó Ana Botella, silente depositaria de la hiel de los años impacientes de Gallardón, empeñado en hacerse con la llave de su casa en Moncloa. Hoy, con España a medio cocer, el alcalde prefiere vivir en el número siete de la calle Melancolía. Por el camino quedan cuatro hijos que, cuando a su padre le administren la tarjeta oro de Génova, no seguirán sus pasos.
Dicen algunos comensales que a Gallardón la emoción se le anudó —como su corbata roja de la suerte— en la garganta. Pero 15... o 20 años (los que cumplirá tras su segundo mandato municipal) no es nada. De su etapa de alférez paracaidista —un trasunto de su carrera— ARG sabe que el tiempo sólo sana lo que ya no importa.


