Hace años le preguntaron a Tom Ford por el hombre más elegante del mundo. Como buen snob y hombre de gusto, el diseñador texano soltó el nombre de Hamid Karzai, entonces bicho nuevo como mandatario de Afganistán que destacaba por su exótico atuendo. Pero la ropa no hace al elegante. Con las mismas prendas, Moratinos no habría llamado la atención de Ford. Porque con el longui (el turbante) y el chapán (la capa), nuestro ministro de Exteriores, más que a Karzai, se da un aire a Antonio Ozores en «Es peligroso casarse a los 60» (Ozores hacía en la película de su hermano Mariano de rey Yaser Ben Hahmed Ali Gunda, futuro consuegro de Paco Martínez Soria).
De todas maneras, hay que agradecer la capa de Moratinos porque le tapa el chaleco de explorador. Que yo no me explico esa manía de todo el mundo por ponerse la prenda en cuanto deja la M-30. No sabía Berenice Abbott, la grandísima fotógrafa americana, el daño que estaba haciendo a la moda al inventar el chaleco multibolsillos para multitontos. Menos mal que también inventó la cinta adhesiva doble.
D En cualquier caso, más vale un hombre tapado, con chalecos o capas, que destapado. Igual que a veces más vale tener al marido encerrado. A Emmanuel Seigner se lo han soltado. No sé, yo es que soy más partidaria de tener un marido en Suiza que una cuenta en Suiza. Pero vuelvo a los hombres desnudos (o semi) con los que todavía no he empezado. A ese Andrés Iniesta en Cerdeña que he visto en el «¡Qué me dices!». Cielos. Qué bañador. Un slip con dibujo de cómic. Pop Art a lo Roy Lichstenstein. El bañador es muy divertido, lo que pasa es que con el tamaño del jugador, con ese color de piel y con ese pelo rapado, el de Fuentealbilla parece un niño que se hubiera levantado por la noche en calzoncillos de su cama con forma de coche. Pero qué sencillo, él y su novia fueron a comprar al Spar (que en Cerdeña hay Spar). Con sus 600.000 euros de prima por ganar el Mundial. En lugar de llamar al servicio de habitaciones. Claro, que lo mismo es que les pagan a noventa días. Iniesta pudo decir que hacer feliz a tanta gente no tenía precio pero él parece saber lo que vale un peine (aunque no lo use).
D Lo que no sabemos si ha tenido precio es el desnudo de Julián Muñoz en «Interviú». Hay cosas que deberían estar prohibidas. Los vasos de tubo, las ensaladas templadas y los desnudos de Julián Muñoz. También debería estar prohibido Julián Muñoz en Formentera, donde se ha despelotado con novia al lado. En la cubierta de un barco y en una zona de continuo tráfico y fondeo de yates. Para disfrute de todos. Su figura yacente con aparato al aire, sólo intuida, da mucha grima. Parafraseando a Fran Lebowitz, su derecho a quedarse en pelotas termina donde empiezan mis ojos. Sobre todo cuando las manos de ambos se pierden (en una donde la dama tiene la derecha ocupada, él parece señalar a los fotógrafos el tomate). A mí ya sólo me gusta ver fotos de Casillas y Sara Carbonero besándose, aunque él lleve chanclas. Ayer en la T4 se besaban como Ingrid Bergman y Gregory Peck en «Recuerda». Es decir, que no se despedían, que se iban los dos. The end.