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Miriam López: «El voluntariado es el corazón que mueve al mundo»

Es voluntaria de Proyecto Hombre y ayuda a reclusas del centro penitenciario a mejorar su autoestima y a sobrellevar los días de sus condenas

Se había fijado en las mujeres de prisión y quería hacer algo por ellas. Miriam López es estudiante de Psicología, a punto de terminar su grado, y colabora con Proyecto Hombre desde hace cuatro años. Empezó dando apoyo formativo a los grupos de la comunidad terapéutica y ha pasado por ayuda a las familias. Pero desde hace un año visita el centro penitenciario de Alcolea donde ha entrado en contacto con una realidad que quería conocer: las mujeres en la prisión

«Se encuentran abandonadas en muchos valores de su persona y cuando nosotras llegamos, los primeros días es una situación muy desagradable, en muchos sentidos, porque teníamos que empezar por el simple hecho de: todas sentadas, todas pidiendo por favor, dando las gracias... de una manera muy básica», relata la voluntaria. Por esto, recuerda el principio como difícil, «pero con paciencia y mucho amor vimos resultados muy pronto», añade.

«El tema de las mujeres era mi espinita y empecé a pensar con una compañera de qué forma podíamos acercarnos a ellas. Me ofrecieron la oportunidad de acompañarla al módulo de mujeres de la cárcel e hicimos un programa un poco nuestro, según las necesidades que veíamos que tenían», apunta López. Realizan desde talleres lúdicos hasta trabajos de su autoestima y habilidades sociales para hacer más llevadero el cumplimiento de sus condenas.

La voluntaria, en una de las salas de la sede de Proyecto Hombre en Córdoba

Miriam habla de su voluntariado como un proyecto propio, un reto personal que es el de ayudar a personas que por algunas circunstancias reciben menos atención social. «En Proyecto Hombre hacemos un trabajo muy bonito con personas que por suerte o por desgracia no tienen tanto apoyo nivel social como en otras organizaciones. Y cuando realmente las descubres y les das la oportunidad que tanto han esperado en su vida, ves que se esconden personas maravillosas a las que solamente les faltaba una luz», explica la joven.

Cada martes, al salir de la cárcel, piensa: «bendita locura» porque consigue transformar la prisión en un espacio de evasión. «Recuerdo que una vez se nos ocurrió dar un taller de risoterapia, que es una cosa en la que hay que dejar el pudor y la vergüenza fuera. Probamos a ver qué tal y nos lo pasamos muy bien. Ellas disfrutaron, sacaron a su niña interior y al final fue una tarde de juegos. No parecía ni que estuviéramos en un centro penitenciario. Era evadirnos de todo aquello», recuerda Miriam entre risas.

«Creo que el voluntariado es el corazón que mueve al mundo», concluye la colaboradora,  que de su experiencia afirma que gana práctica a nivel profesional, pero lo que más le llena es sentir el cariño que se intercambian, el quererlas por el tiempo que comparten.

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