Paco Fuentes, voluntario de Fundación Don Bosco: «Ver la fortaleza de los menores es un ejemplo para afrontar la vida»
Está a punto de graduarse como educador social pero hace tiempo que experimenta esta labor a través del voluntariado. Paco Fuentes, con casi 25 años, trabaja, estudia y deja tiempo para acudir a la Fundación Don Bosco con «sus chicos». Hace más de dos años que comenzó a colaborar y siente que es un papel fundamental para él, para los jóvenes y para la sociedad, que quiere seguir cumpliendo.
Precisamente comparte esta vocación solidaria con su mujer, Gema. Conocieron la Fundación Don Bosco juntos, en la facultad de Derecho, y se comprometieron con su labor a la vez. En su día a día no faltan las impresiones de su experiencia con los chavales. Ella con mayores que deciden terminar sus estudios abandonados y él en aula compensatoria.
«Recuerdo mi primer día»... relata Fuentes. «Entré en un despacho, me presentaron a mi coordinador de prácticas y fue chocante porque venía para una entrevista pero me presentaron directamente a los chavales. Venía para dos horas y me quedé toda la semana», recuerda.

Los chicos con los que trabaja tienen necesidades académicas en primer lugar pero Paco ve «muchísimas cosas detrás». «Necesidad de crecimiento personal, de autoconocerse, de pensamiento crítico...», comenta el voluntario. En definitiva de desarrollar su personalidad, porque son edades muy complicadas.
Tienen entre 14 y 16 años y «el sistema educativo no responde a sus necesidades. Tienen que reengancharse para labrar su futuro», reflexiona desde su experiencia y como estudiante de educación social. Su labor es «tratar de responder a las necesidades que ellos tienen», aunque el primer objetivo sea académico. «Aparte de preparar el contenido que imparten en los centros, tienes que prepararte sobre todo psicológicamente para las situaciones a las que te enfrentas porque vienen de ciertos problemas que son más complicados», dice Fuentes.
En realidad su opinión es que aprende más de ellos que al revés porque presentan situaciones familiares y de su entorno a las que uno no se enfrenta normalmente y «ver la fortaleza de los menores ante las adversidades es un ejemplo para afrontar la vida», se sincera el joven.

No obstante, también reconoce que «hay momentos en los que llega a casa agotado mentalmente y pensando en cómo pueden pasar algunas cosas. Pero siempre acaba mereciendo la pena». Lo más gratificante de este tiempo que guarda en su agenda cada día es «el avance personal de los chicos en cuanto al desarrollo de habilidades sociales, personales y cómo se relacionan, aunque también es notable el avance desde el punto de vista educativo».
La meta de Paco cuando comenzó su voluntariado era aprender profesionalmente «pero al final acabas perdiendo ese objetivo y se convierte en algo más personal, no sólo crecimiento personal para mí, sino pesar en todo lo que pueda dar a los beneficiarios del proyecto y darlo todo y más». De la Fundación Don Bosco le llamó la atención «su forma de tratar las aulas compensatorias, con un trato cercano, individualizado con los jóvenes y muy familiar». Por eso se siente como en casa en el centro de la calle... y recuerda que El cariño que te llevas de los chavales es un recuerdo que se te queda de por vida