El confinamiento ha llegado como una realidad nueva para todos, una situación que ha requerido asimilación y cambio y que ha sido diferente para grupos de población especiales. Se habla de los niños, se habla de los mayores, pero poco se oye de las personas con discapacidad. «Su realidad no es la de las personas de la tercera edad ni tampoco la de los niños, es otra bien distinta», comenta la directora del Centro Futuro Singular en Córdoba, Aurora Gómez.

En este complejo asistencial conviven personas con discapacidad intelectual en edad adulta en dos residencias, diferenciadas según el apoyo que necesitan sus usuarios. Los servicios de día están cerrados momentáneamente por el estado de alarma, de modo que entre un centro y otro hay 58 personas conviviendo en este espacio de Las Quemadas, más unos 70 profesionales del personal asistencial que se encargan de cocina, mantenimiento, jardinería, apoyo los usuarios, monitores...

El confinamiento ha llegado a este centro paralizando el proyecto más importante de los usuarios: su proyecto vital. En Futuro Singular trabajan de manera individual las metas y los sueños que cada uno de sus usuario se plantea y les ayudan conseguirlos. «Nuestra misión es mejorar su calidad de vida y ellos elaboran su plan personal de apoyo, planteando qué es lo que quiero hacer en mi vida para ser más feliz, dejando a un lado la discapacidad, y nosotros fomentamos que alcancen esa meta, les apoyamos para conseguirlo», explica Gómez.

Cada mañana hay un repaso de logros, de peldaños alcanzados en dirección a la meta para seguir trabajando durante el día todos los aspectos necesarios que lleven a la persona a ser quien quiere ser. «Pero los proyectos vitales están en «stand-by», ahora lo principal es que estén tranquilos, que conozcan la situación y que podamos ayudarles a sobrellevarla», explica la directora sobre el cambio radical de planes.

De modo que de construir sueños ahora vuelcan todas sus energías en talleres de zumba, competiciones de juegos y actividades deportivas, psicomotricidad, técnicas de relajación, yoga... y también jardinería, para mantener a punto el centro y su amplio jardín. «Cada día les damos a elegir los talleres y ellos se apuntan al que quieren». Entre su programación, destaca el «huerto del positivismo», que consiste en que «los encargados siembran de imágenes alegres y frases optimistas las estancias».

También tienen tiempo para «vaguear» en Internet y conectarse con el exterior a través de herramientas de llamadas para comunicarse con familiares o con otros profesionales del centro a los que, lógicamente, echan de menos. Hay días en que piden comida para llevar y otros en que transforman la sala en una pasarela de modelos o en un escenario de karaoke. Iniciativas para el entretenimiento y mantenerse alegres dentro, para olvidar que no se puede salir.

La adaptación a esta nueva rutina ha sido todo un éxito y ha logrado que la situación sea comprendida e incluso disfrutada. «Tienen muy claro qué quieren hacer cuando esto acabe y lo verbalizan: desde salir de senderismo a las Ermitas hasta una una hamburguesa en un restaurante de comida rápida». Y este éxito se debe al equipo de profesionales y al proyecto que hay detrás, también a las familias que nos apoyan», reconoce la directora.

«Aquí es donde se manifiesta nuestra misión, la de Futuro Singular, como prestadores de apoyo para atender la singularidad de cada persona, hacerles entender el momento que están viviendo, empatizar con ellos, y dar una palabra de aliento si la necesitan. La vida se ha parado para todos y a ellos debemos prestarles especial atención pero desde la alegría y el positivismo de que todo pronto va a pasar», concluye Gómez.