Argentina demostró en la primera mitad que todavía le quedaba gasolina para seguir dando guerra en un Mundial de baloncesto. Llegó al duelo con Brasil con la coraza de cordero, lejos de su mejor momento, pero con el talento que les hizo campeones olímpicos aún intacto.
Prigioni lideró al equipo en un inicio de partido arrollador, en el que el base de los Knicks dirigió y anotó con mucho acierto. Sus triples y el desparpajo de Campazzo, nuevo jugador del Real Madrid, contribuyeron a que Argentina abriera una pequeña brecha en el marcador ante el desconcierto de Brasil, cuyo favoritismo se esfumó en unos instantes.
Mandaba Argentina con cierta holgura (13-21) cuando los problemas de faltas de Nocioni y Scola obligaron a Julio Lamas a buscar recambios. Tiene carácter esta albiceleste, pero le falta profundidad de banquillo y por ahí se le escapó la ventaja a los argentinos, que al descanso apenas mandaban por tres puntos (33-36).
La remontada brasileña se cimentó tras el paso por los vestuarios gracias a la superioridad interior. Varejao fue una pesadilla en el rebote ofensivo y las segundas oportunidades condenaron a los argentinos. El parcial en ese tercer cuarto puso a Brasil ocho arriba antes del último, una enormidad para la albiceleste, que lo intentó de todas las maneras, pero no era el día. Neto terminó por condenar a los argentinos con una segunda parte para enmarcar en la que anotó 19 puntos
Hasta aquí llegó la "Generación de oro", un ciclo glorioso que en Madrid escribió su epílogo más triste, sellado ante su eterno rival, al que tantas veces privó de la gloria en el pasado.