Estados Unidos cumplió con los pronósticos en una final con cierto aire melancólico que apenas duró cinco minutos. Ese fue el tiempo que tardaron Harden e Irving enponer patas arriba el encuentro y tumbar el atrevido inicio de Serbia con un parcial fugaz de 15-0 que puso punto y final al encuentro y dio arranque al espectáculo con el que la selección americana dominó el resto del duelo.
Flotaba en el ambiente la ausencia de España, rival esperado por los americanos en el partido definitivo, al que ansiaban derrotar en su propia casa para desterrar todos esos pronósticos triunfalistas que veían en la selección el equipo capaz de derrotar a los americanos. Los pitos al combinado estadounidense en el calentamientorecordaban aunque fuera mínimamente lo que podía haber sido y no fue. La afición española se volcó con Serbia, incluso con tímidos pitidos al himno americano, aunque poco a poco fueron cediendo al embrujo NBA. Imposible no disfrutar con el juego que los americanos desplegaron en su primer y único partido en el Palacio de Deportes de Madrid.
El arranque de Serbia anticipó un espejismo. Lo que pudo ser y no fue. Teodosic y Raduljica se asociaron para protagonizar sus minutos de gloria. Grandes protagonistas ambos en el camino serbio hacia la final, gozaron en ese inicio de partido de una pequeña tregua para mostrar su talento por última vez en esta Copa del Mundo. Juntos hicieron creer a un país durante cinco minutos. Tiempo en el que Serbia puso contra las cuerdas a Estados Unidos (7-15) y que obligó a Krzyzewski a pedir un tiempo muerto que resultó balsámico, porque a partir de entonces los puntos comenzaron a fluir de manera incesante para su equipo.
Ocho años sin perder
Harden e Irving comandaron la revolución americana, cuyo reflejo en el parqué fue un parcial de 15-0 en apenas dos minutos. Un visto y no visto con seis puntos del alero y siete del base, principales artífices del triunfo de su equipo en la final. El enésimo de la selección dirigida por «Coach K», cuyo récord de victorias sin mácula cumple ya ocho años, con dos oros mundiales y otros dos olímpicos como botín.
Decidido el encuentro al final del primer cuarto (35-21) y sentenciado definitivamente al descanso (67-41), serbios y americanos se limitaron a disfrutar sobre la cancha, donde Bjelica se empeñó en poner en cuestión la superioridad de su rival. El pívot evitó que la sangría en el marcador fuera mayor, pero no pudo enmascarar la desigualdad existente entre los dos equipos, lo que puso de relieve una vez más la ausencia de España en la final. Un duelo fantasma que se revivió con los gritos que -también ayer- pidieron la dimisión de Orenga. Añoranza de una final que no fue y que tiñó Madrid de oro con color americano.