Estaba terminando el segundo cuarto, pero la atención no estaba en la cancha. De repente, como si alguien se hubiera acordado de que tenía que ser España y no Serbia la que ocupara el lugar del rival americano en la final, un eco resonó en el cielo del Palacio: "Orenga dimisión, Orenga dimisión".
La cantinela, escuchada en más ocasiones en los últimos días, volvió a focalizar la derrota española ante Francia en el seleccionador, al que muchos siguen viendo como el principal culpable de aquel partido que dejó a España lejos de la final de "su" Copa del Mundo.
De ahí al final del partido volvió a sonar en más ocasiones, insistente la exigencia que tendrá que esperar aún algunas semanas para conocer si Orenga sigue o no al frente del equipo nacional. El que lo tendrá que decidir, entre otros, será el presidente de la Federación, José Luis Sáez, que ayer también escuchó por primera vez gritos en contra de su gestión y exigiendo su marcha.
Los cánticos, mucho más localizados y tímidos que en el caso de Orenga, sonaron cuando el dirigente pisó la cancha para hacer la entrega de trofeos al campeón. Primeras críticas a una gestión que ha llenado de trofeos las vitrinas del baloncesto español, pero que se ha encontrado un lunar en los últimos dos años con la figura del técnico.