Los experimentos, con gaseosa. Es una de las frases más escuchadas cuando se hablan de los arbitrajes en un Mundial y en Brasil se ha vuelto a demostrar. Tras las primeras experiencias con colegiados habituados a partidos de bajo nivel competitivo, los árbitros europeos tomaron el mando en la tercera jornada para demostrar su calidad.
Los partidos fueron más sencillos y las jugadas mucho más claras que en las jornadas anteriores, pero no les tembló el brazo a la hora de sacar, por ejemplo, la primera tarjeta roja del Mundial. Fue el alemán Felix Brych, tras una dura entrada del uruguayo Pereira. El 16 de la Celeste se desquició por completo y soltó la pierna sin sentido. La expulsión era clara.
En el resto del partido, sin embargo, Brych se mostró excesivamente permisivo con el juego brusco de Costa Rica, especialmente en la primera mitad. El alemán le perdonó la amonestación en varias ocasiones a los zagueros costarricenses y al final ningún «tico» acabó el partido con tarjeta.
Muchos menos problemas tuvo el holandés Bjorn Kuipers en el Inglaterra-Italia. Era un partido complicado y la FIFA se lo dio al colegiado que pitó la última final de la Champions League. Cumplió con las expectativas, aunque ninguno de los dos equipos dieron problemas.
Tampoco hubo conflictos en el primer partido de la jornada. Colombia le ganó con suficiente claridad a Grecia como para que el estadounidense Mark Geiger pudiese influir en el resultado. El americano pasó desapercibido y se estrenó con buena estrella en un Mundial. Bien de forma y contundente ante las protestas.







