crítica de música
Celine Frisch: A solas con Bach
Celine Frisch ofrece una magistral demostración del manejo del clave en sus dos conciertos en Espacio Turina
Enrico Onofri vuelve a dirigir a la Orquesta Barroca de Sevilla en Espacio Turina

Música Antigua.
- Programa: Partitas para clave BWV 825-830 de J. S. Bach.
- Intérprete: Céline Frisch, clave.
- Lugar: Teatro Turina.
- Fecha: 24 y 25/05/2023.
En 1726 Bach publica su primera 'Partita', a la que le asigna la catalogación de 'Op. 1' porque era la primera obra suya que llevaba a la imprenta. Para entonces ya había compuesto, por citar sólo obras emblemáticas, la 'Toccata y fuga en ... Re menor', los 'Conciertos de Brandemburgo', la primera versión de 'La pasión según San Juan', la primera parte de 'El clave bien temperado' o el 'Oratorio de Pascua'. Para empezar, esto quiere decir que las obras citadas y muchas otras no citadas, andaban por toda Europa de forma manuscrita, generalmente producto de copias de unos a otros, con sus correspondientes erratas. Y, aún más, este primer libro del 'Clave bien temperado', por ejemplo, no vio la imprenta hasta 1801, casi 80 años después de que fuese compuesto.
Por todo ello, el hecho de que Bach tuviese el empeño de que las seis partitas fuesen su primera obra impresa, junto a otro dato no menos significativo, como la tardanza en la composición (escribió cada una con una media de un año entre ellas, cuando el tiempo de ejecución oscila entre los 20 y los 35 minutos cada una, lo que asignarle un año para componerlas resulta excesivo en Bach. Aparte de sus numerosos compromisos que no le dejaban componer al ritmo que hubiera querido, sin duda estos dos datos nos llevan a pensar que Bach tenía especial interés en estas obras, que las había trabajado muy a fondo, y que seguramente quería dejar claro que las mismas las sentía como un legado a la posteridad.
Y aún había dos aspectos reseñables más: estaban expresamente pensadas para un clave de dos teclados, un instrumento que al menos en la Alemania del norte no estaba al alcance de cualquiera, además de poseer una dificultad que excedía del alcance del aficionado más dotado. Aunque la intención era también venderlas, estos dos últimos condicionantes las alejaban de una comercialización fácil. Pero Bach, eterno docente, no quería 'Essercisi' a la manera de Scarlatti, sino 'Ouvrage', 'Pièces de caractère', a la manera de los libros de varios volúmenes que ya existían para órgano, clave, especialmente en Francia.
Así que podíamos resumir nuestro comentario sobre la clavecinista francesa en que superó con creces los asombrosos y espinosos pentagramas. Y aún así seríamos injustos. Porque nos dejaríamos atrás su cualidad más impactante en cuanto toca el teclado: la claridad, su transparencia idiomática. Eso sí, con dos ayudas no menores: la del Christian Vater sobre el que tocaba y la escritura difícil de Bach, pero siempre estructurada de manera que las voces contrasten, que se enrosquen sin quieren pero sin enredarse, sin perder esa autonomía que les proporciona el contrapunto sabio.
Y de igual manera debemos señalar que nunca habíamos visto a ningún clavecinista ofrecer un concierto de memoria, y menos dos: para ofrecernos las seis partitas ha tenido que repartirlas en dos días, y memorizarlas no supone un ejercicio circense sino la ocasión de olvidarse de la partitura para concentrarse en la expresividad, la exposición diáfana, la consecución, el hilvanamiento de los fraseos y el virtuosismo extremo.

La temporada del Turina nos ha traído a los grandes clavecinistas de nuestro tiempo, tres franceses (Rondeau, Alard y la misma Frisch) y dos españoles (Casal y Núñez), lo que ha dado visibilidad a un instrumento por lo común relegado al 'continuo', y que con Frisch volvía a alcanzar unas cotas muy altas. Acaso el único punto mejorable de Frisch en su interpretación sea la parca flexibilidad del 'tempo', sobre todo en los lentos (que tan positivamente reseñamos en Rondeau), a favor de ritmos más metronómicos. Aprovechó muy bien las cualidades tímbricas de los dos teclados y sus combinaciones, pero le costó adaptarse a los finales que, al querer levantar las manos con cuidado, sólo conseguía que los plectros se enganchasen en las cuerdas, lo que no tiene más importancia, ya sólo ha necesitado un ritmo de adaptación mayor a un teclado distinto.
Frisch nos llevó el primer día desde la 'limpieza' textural de las tres voces que constituyen el 'Praeludium' de la 'Partita nº 1', ensoñadora diríamos, hasta los abigarrados contrapuntos con los que concluye la nº 4 (seguramente dejó la nº 3 para el día siguiente habida cuenta de la espectacularidad del final de la 'Cuarta'), final que levantó al público, nuevamente escaso, pero entusiasmado ante el brillante cierre de este primer día. Otro aspecto técnico que necesita de gran dominio es el cruce de manos, caso de la 'Giga' de la nº 1, en la que además hay que mantener la continuidad de una agotadora mano derecha. Otras veces las manos se juntaban tanto que se estorbaban y a veces, por mucho que nos fijáramos, no parecíamos acertar en cuál de las dos presentaba la melodía protagonista. En todos los casos la francesa demostró una soltura y un dominio técnico sorprendente.
El tratamiento del aspecto formal no puede pasarse por alto, ya que Bach, gran conocedor de la suite francesa (las partitas no son otra cosa) y del estilo italiano, amplía sus fronteras, presentando retos en cada pieza. Por ejemplo, el segundo día presentaba las otras tres suites, empezando por la espectacular 'Quinta', que en su 'Preambulum', que precisamente conjuga un carácter francés con la forma 'ritornello' italiana, en la que este va separando los distintos episodios mediante cuatro compases que alternan una escala y media descendente con corcheas entrecortadas: Frisch fue marcando estos estribillos como puntos y aparte o tal vez exclamaciones, para diferenciar correctamente las secciones.
Las fugas o pasajes fugados, casi siempre relacionados con la 'Giga' final -o con una excepcional 'Toccata'- son otro aspecto formal que fascina, aunque no se sepa nada técnicamente hablando: ¿quién no intuye, a poco que nos guste la música barroca (sobre todo), que un motivo esbozado en solitario se repetirá poco después poco a poco en el resto de las voces? Las fugas las encontramos en cualquiera de las partitas -ya hemos señalado la espectacular de la 'Cuarta' y también destacaremos la de la 'Sexta- pero ahora toca recalcar la brillantez del 'fugato' a tres voces de la 'Tercera', en el que volvemos a insistir en la claridad con que esta mujer nos lo dibuja, a la vez que señalamos un aspecto no menor, y es la gracia de las ornamentaciones, y para eso en esta misma partita pudimos deleitarnos con un derroche de las mismas en su 'Allemande', donde también las células rítmico-melódicas parecieran recordar arabescos casi galantes.
De alguna manera podría encontrarse un cierto parecido de esta 'Allemande' con la 'Sarabande' de la 'Sexta': muy adornada también, con un núcleo rítmico apuntillado; pues bien, aun así con frecuencia Frisch logró zafarse de un posible ritmo mecánico, estando más suelta, más libre, cantando la melodía con esa suerte de maravillosa melancolía que la invade y sobre todo pareciendo recordarnos que los claves pueden hacer notas largas, aprovechando esta laxitud, y dejarlas flotando en el aire, esbozando hermosos acordes punteados, contrastantes, que pintaban atmósferas de color. La muy poderosa fuga final fue expresada con esa magnificencia que tiene y sólo el delicado final, a solas y en agudo, no consiguió los 'bravos' del día anterior. El tema de las 'Variaciones Goldberg' se ofreció a modo de relajada propina, de 'estiramiento' para los dedos, tras el agotador programa, que al parecer ha querido hacer en Sevilla de cara a una próxima grabación de las 'Seis partitas'. Habrá que estar atentos.
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