LOS documentos desvelados por Wikileaks, al menos en lo que se refiere a España, revelan que la diplomacia americana está hecha unos zorros. No sólo porque los mecanismos de protección que supuestamente deberían evitar este tipo de filtraciones se hayan revelado frágiles como el alfeñique, sino por la escasa enjundia de las propias filtraciones, que tienen un aire como de recuelo de cualquier tertulieta radiofónica de medio pelo. Signos ambos muy reveladores del ocaso de un imperio que en otro tiempo dominó el mundo y ahora ya tiene que consolarse con hacer jeribeques y aspavientos, para fingir una supremacía de la que en realidad carece, acaudillado por ese Obama que es a la democracia americana lo mismo que Carlos II el Hechizado a la dinastía de los Austrias: la sombra de una grandeza pasada reducida a escurrajas.
D Especialmente penosa y complaciente resulta la etopeya que los informantes del imperio agónico trazan del presidente Zapatero, a quien pintan como un «izquierdista trasnochado» y «errático». Desde luego, todo lo que Zapatero ha hecho y deshecho desde que ocupa la poltrona presidencial está marcado por el signo de la noche; pero no de una noche pretérita y caduca, como el epíteto «trasnochado» sugiere, sino de una noche futura, premonitoria de una aurora negra. Zapatero es un porvenirista convencido, como demuestra el proyecto de ingeniería social que en unos pocos años ha perpetrado; y nada hay de «errático» en su acción de gobierno: por el contrario, la aguja de su brújula se ha mantenido firme contra viento y marea, como conviene a quien sabe quién es su señor y cómo debe servirlo; y todas las borrascas y tempestades que se han interpuesto en su itinerario han sido incapaces de hacerlo variar ni un ápice en su proyecto originario, negro como el betún. Ni la resurrección del
cainismo, ni el deterioro de las instituciones, ni la crisis económica rampante lo han arredrado; antes bien, han sido el humus fecundo sobre el que su proyecto ha crecido vigoroso, como los hongos necrófagos crecen sobre la carne en descomposición.
D Dicen los informantes yanquis que Zapatero «no habla inglés, pero pensamos que podría entenderlo». El inglés de Zapatero, aprendido en dos tardes como sus nociones de economía, le sirve para entenderse en sueños, como al alcalde de Villar del Río interpretado por Pepe Isbert en Bienvenido míster Marshall. Y como Pepe Isbert en la célebre película de Berlanga se pavoneaba por el saloonsoñado de una película del Oeste, Zapatero se pavonea, la mar de pichi, por las cumbres planetarias donde le leen la cartilla y le tironean de las orejas. Y así, con ese inglés soñado que no habla pero podría entender, a todo quisque va diciendo «Yes», venga o no venga a cuento, sin inmutar esa sonrisa tan característica suya, sonrisa de autómata u hombre sin atributos que encoge el alma, mientras el mundo se desmorona en su derredor. Igual que Nerón tocaba la lira mientras ardía Roma, Zapatero dice «Yes» en su inglés aprendido en dos tardes a todo lo que le proponen: que hay que
suprimir la limosnilla de los cuatrocientos euros para los desempleados sin esperanza que te sacaste del magín para mantenerlos engañados, pues «Yes»; que hay que revisar los presupuestos en los que te columpiaste con una previsiones de crecimiento inverosímiles, pues «Yes». Y mientras su «Yes» zombificado resuena sobre la ciudad en llamas, Zapatero avanza, en constante y nada errático progreso hacia la noche. Sabe quién es su señor y cómo debe servirlo. Yes, yes, yes.