Forma castiza donde las haya de apuntar que la vida es pura elección, y en eso la economía tiene voz y voto cuando recuerda que los objetivos son abundantes pero los recursos escasos. Es entonces cuando uno advierte que lo económico es políticamente incorrecto, y más en la mediocre vorágine de una campaña electoral —exasperante o divertida, según nos pille— en la que se promete de todo y sin el menor coste. Las campañas son un género literario con sus licencias y contextos que perdona la mentira de la conciliación de contrarios, de lo bueno, bonito y barato, de la pluralidad y de la unidad, de la libertad y de la igualdad plenas y simultáneas, sopa y teta en definitiva. Quizá los comunistas sean los que lo resuelven mejor porque ven la democracia formal como un simple medio hacia la dictadura del proletariado, y aspiran a ordeñar la teta capitalista y a repartir sopa para todos, auque sea sopa boba de la que ya sobra menos en los comedores de caridad. El impagable Rodrigo Torrijos denuncia la «hiperideología de los empresarios» (sic) que les impide reconocer lo mucho que ha hecho por las grandes empresas y la evidencia de que ha convertido el Ayuntamiento en «la locomotora del desarrollo local», o sea que también a veces condesciende a una ambigüedad transitoria, pero a nadie engaña sobre un discurso que es el de Castro o Chávez. La coherencia viene de que sabemos de dónde quiere obtener recursos, qué quiere confiscar y a quiénes quiere expropiar, porque lo hemos visto hacer coactivamente detrás de un telón de acero con los efectos de todos conocidos. Pero los demócratas «formales» lo tienen más difícil para superar las contradicciones inherentes a los principios de una gestión eficiente y a la vez respetuosa con las libertades. ¿Cómo ofrecer la gratuidad, la facilidad, el ocio, sin mentar el esfuerzo, las limitaciones, los costes? ¿Cómo prometer, con veracidad y dignidad, de todo y sin límites? Prometiendo sangre, sudor y lágrimas se puede ganar una guerra pero no unas elecciones en un pueblo hecho a la facilidad y a la molicie.
Los aguafiestas de los economistas insisten en que no hay almuerzos gratis y que todo tiene un coste, aunque sólo sea un coste de oportunidad: lo que deja de ganarse en otras alternativas posibles. Siguen afirmando que para salir de la crisis harán falta más sacrificios, pero la recolección de votos no se consigue prometiendo costes y esfuerzos, sino efectos mágicos y emociones agradables, la misma fórmula que para vender un perfume o un detergente. En Sevilla, el candidato Espadas «se pone en todos los zapatos» menos en los «lotusse» o «castellanos» que pisan oficinas que da por perdidas, y Zoido entra en los charcos proletarios donde nunca su pesca fue copiosa. A golpe de encuestas, comunicación y marketing, se enfrentan dos buenos candidatos que en ocasiones parecen intercambiables. Coincidimos en que los resultados tendrán una significación que trasciende lo municipal y por eso sus «mayores» entran en tromba en campaña. Los dos deben significar un cambio que hace falta. Con Zoido es más factible. Los dos son sensatos, aunque prometan sopa y teta. El domingo, la solución.
Lea más artículos de opinión en www.economistaeneltejado.com