Evo Morales, el presidente indigenista boliviano, el hombre del chaleco de tricotosa a rayas en el pecho, retórico estandarte de un ideario que reivindica la pluma, la quena, el poncho y el areito ancestral en pleno siglo XXI, le ha dado una patada en los mismísimos a un contrincante. No. No fue en el senado boliviano. Ni en una rueda de prensa. Fue en un partido de fútbol. Un partido de fútbol donde jugaban, para limar diferencias, el partido de Evo y la oposición. En un lance del juego, al borde del área del otro, Evo Morales contestó a una rasca con un rodillazo tipo Farruquito en un tablao, un rodillazo absolutamente racial, genético, como si de la espinilla donde le había golpeado previamente el defensa, saliese el genio del indio, el espíritu indomable de una raza aplastada que reclama su venganza histórica. Qué patada pegó en las colgaderas del opositor el indio Morales. Menos mal que el partido era para limar asperezas…
Lo de Uffalusi a Messi no conllevaba más dolor que hacerte la cera en el sobaco. Y el leñazo que le pegó Diarrá el largo al desencarado Crespo no fue menos dulce que un tartazo de cine mudo en el rostro comparado con las rodillas del indio. Qué rodillazo. Si no lo han visto en ningún informativo, váyase a la red y lo ve. Con decirle al mistolobo de google que busque en evo morales, fútbol, patada en los mismísimos te sale en youtube el rodillazo del año. Y ríete de Gupergui. Y de De Jons, el holandés que le ha roto la pierna a uno en la liga inglesa y que le tatuó el pecho en los Mundiales a Alonso con los tacos de su bota. Juntamos a todos estos en un piquete convencitivo con Evo Morales al frente y el camorrista municipal Vázquez no necesita aparecer por el mesón Serranito. Ni él ni su pandilla de fans. Con un piquete como éste, de verdad, cierra hasta La Moncloa, por peligro cierto de quedarse sin huevos hasta la cocinera…
No voy a extraer conclusiones morales del rodillazo de Morales. Allá Morales cuando le echa evo a los huevos de los defensas. Pero en aquel continente tan cercano pese a la distancia que imponen el charco y otros lodazales políticos no peores que el nuestro, hay episodios continuos de rodillazos al orden político, social y humano. ¿Recuerdan a Fujimori? ¿Hablamos de los presos políticos del fidelismo? ¿Y de la narcorevolución del mono Jojoy? ¿Y del embajador venezolano en España? Ya saben lo que ha insinuado el muy pirata, pensando como el ladrón que todos son de su condición. Ha insinuado bien alto para que todos lo entendamos que las declaraciones de los etarras que se adiestraban en Venezuela bajo las carniceras enseñanzas de un tipo cercano a Chávez no se hicieron de manera voluntaria. ¿Fueron torturados, señor embajador, por la policía nacional? Pues dígalo sin problemas. Diga que la policía nacional tortura a los etarras para negar que en su país, como antes en Cuba pese a las bobas donaciones españolas, se adiestran etarras. La insinuación del embajador ha sido como el rodillazo de Morales al defensa opositor. Juego sucio. Una alevosa entrada que, dolorosamente, es práctica diaria de la policía bolivariana y sus fuerzas paramilitares. Por mucho menos que eso cualquier árbitro decente enseña tarjeta roja. Aquí, Rubalcaba, ese ministro que tan divinamente conduce el norte, se ha jiñado en el traje caro de ministro de Interior, echando pelillos a la mar. Para demostrarnos que si el Norte va bien, el Sur (Marruecos) y el Oeste (el bolivarianismo del mulataje cuartelero) nos dan continuamente rodillazos en los evos…
