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Columnas / la tribu

Ácido iúrico

A mí me encantaría saber si los que piden marisco cuando paga otro, lo seguirán pidiendo cuando tengan que pagarlo ellos

Día 30/10/2010 - 08.22h
Yo sé, Cangui, que a ti no te gusta que hable de estos asuntos, porque quieres a tu compadre y tu compadre es de los que mata por una gamba aislada, siempre que la gamba no tenga que pagarla. Tu compadre tiene fama en el dominó de contar puntos antes que nadie, pero yo creo que eso le viene de las gambas, que tu compadre, en los convites que daba el Ayuntamiento y en las bodas, ve pasar a un camarero con un plato de gambas para una mesa de ocho, y... :«Cabemos a siete por cabeza». Y lo clava. Él se come siete gambas antes que nadie y espera a ver si alguno duda, y entonces llega su hora de sobresaliente: «Ésta es la de la vergüenza, y como nadie la coge…». Debe de ser cosa de su casta, que un sobrino suyo, cuando fue concejal, pasó de tomar mosto con aceitunas a discutir añadas y procedencia de tintos y origen del marisco como si no hubiera hecho otra cosa en su vida. No pagaba él, claro. Se aficionó a los móviles y tenía dos o tres, y se pasaba el día hablando por teléfono, que llegó a tal grado obsesivo que te lo encontrabas tomando café, le decías que querías hablar con él y te decía que mejor te llamaba por teléfono. No pagaba él, claro. Dicen que en los restaurantes ponía pegas si no había muletón bajo el mantel o si el camarero servía el vino por el lado que no era —que no sé cuál es, a menos que intente echarlo por el culo de la botella—, y no había asunto que no tratara con una mediación de gambas, ostras, cava, cordero y buenos postres. No pagaba él, claro.
A tu compadre, Cangui, le hicieron un día una prueba: lo llevaron a un sitio a comer a escote, y le faltó tiempo para hablar: «Aquí cada uno paga lo suyo, ¿eh?». Pidió una cerveza sin alcohol y dos tapas, una de espinacas con garbanzos y otra de menudo. Sin postre. Paga él, claro. Un cachondo le preguntó que por qué no pedía unas gambitas, y argumentó que tenía ácido úrico. Y a su sobrino el concejal no le hizo falta más prueba que dejar de serlo, después de diez años hecho su cuerpo a los gastos a cuenta de inventario o del pagano de turno. De pronto, dejó hasta de fumar, Cangui. Ni tinto bueno, ni mesa con mantel y muletón, ni mariscos, ni móviles… «Es que me ha dicho el médico que me ponga a dieta y evite el estrés». Ya, claro. A mí me encantaría saber si los que piden marisco cuando paga otro, lo seguirán pidiendo cuando tengan que pagarlo ellos. De momento, de Bruselas yo conocía las coles, no el marisco. Pero se ve que las coles son cosa de ricos, y las cigalas, del proletariado. Pues que tengan cuidado con el ácido IÚrico…
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