Columnas

sol921

Columnas / PÁSALO

La gambocracia

Una portada de esas que se miran y se vuelven a mirar como si fueran retratos concluyentes de una época

Día 30/10/2010 - 08.05h
Antonio Gala, aquella pluma impredecible, perversa y talentosa, asistió cierto día a una comida que, en su honor, le brindaba un banquero podrido de dinero y amigo del arte. Se sentaron a la mesa. Tan lujosamente puesta que parecía la de un hacendado sureño de las que vimos en Lo que el viento se llevó. Pero algo olía terriblemente mal en el ambiente. Un hedor a gambas descompuestas que venía no se sabe de dónde. El escritor, tan descarado como siempre, hizo un comentario al respecto. Y el banquero se levantó. Se lo llevó a una de las paredes de aquel salón tan inmenso y le enseñó un cuadro recientemente adquirido a Miquel Barceló. Efectivamente: el irrespirable hedor del momento procedía del cuadro, donde Barceló, guiado de la intuición, había incrustados varios cascarones de gambas, adelantando el pestazo corrupto del tiempo que nos toca vivir.
La Asociación de Vecinos del barrio de Santa Cruz, durante cuatro largos años, ha luchado para conseguir, a base de esfuerzo y escasísimas ayudas, montar una exposición de notables pintores en la antigua Diputación, donde se muestran al aficionado firmas como la de Carmen Laffón, Fausto Velázquez, Martínez Conrado, Pepi Sánchez, Manolo Salinas, Paco Reina… Una magnifica representación de pintores contemporáneos con cita en el barrio de Santa Cruz. En la muestra, me abruma, por la precisión, trabajo y obsesiva perfección de su factura, unas zapatillas de torero (son las de Emilio Muñoz en el día de su alternativa) que transmiten el olor del valor, el sacrificio y también del miedo. Entre la gamba de Barceló y las zapatillas de Muñoz reclama su protagonismo, como denominador común, el perfume que el arte sublima para definir épocas, situaciones y compromisos.
Ayer, ABC, en una portada de esas que se miran y se vuelven a mirar como si fueran retratos concluyentes de una época, veíamos a Mellet y Torrijos delante de un bodegón barroco de gambas, «mejillonces», ostras, almejas finas, centollos y langostas con pinzas tan grandes que parecían máquinas de caterpillar. Es la foto de dos supuestos triunfadores con dinero ajeno que hoy viven sus momentos más difíciles: uno imputado en el caso Mercasevilla y el otro formando piquetes defensivos a su alrededor para que el hedor corrupto del abasto sevillano no le alcance. Esa foto, como algunos cuadros de la exposición de los pintores contemporáneos en el barrio de Santa Cruz, es definitiva. Y lo mismo vale para descubrir a un sinvergüenza de la política que al pudridero de valores donde chapotean los tantísimos que viven de lo público. Yo creo que entre el cuadro de Barceló, las zapatillas trabajadas con obsesión de joyero judío de Fausto y la descarada mariscada de ambos defraudadores de la confianza sevillana en el Merca, hay un hilo conductor que nos lleva a imitar a Antonio Gala en aquella mansión del banquero donde olía a gambas podridas. Convendría levantarse y comprobar cómo hiede la gambocracia. E inmediatamente fumigar la desvergüenza política con los valores cívicos de la asociación de Santa Cruz: honestidad, esfuerzo y trabajo. Virtudes que la foto de la gambocracia desprecia y soslaya y que, a buen seguro, fueron el norte vital del limpio libro de estilo de Marcelino Camacho. Ese muerto que al lado de estos vivos huele a rosas.
Búsquedas relacionadas
  • Compartir
  • mas
  • Imprimir
publicidad
Lo ?ltimo...

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.