En España, una vez completado el grueso del ajuste en PIB y empleo, son los focos de inestabilidad asociados a un contexto de renovadas tensiones en el mercado de deuda pública los que alertan de las dificultades a las que nos podemos enfrentar en 2011. Sin entrar en el debate sobre si tenemos que ser o no rescatados, lo que sí podemos decir es que el reciente repunte de los tipos de interés impactará negativamente sobre nuestro crecimiento económico y, por tanto, sobre lo que importa a los ciudadanos: la reducción de la tasa de paro.
El «círculo vicioso» de contagio soberano al crecimiento es bien conocido: no sólo restringe la capacidad de financiación del Tesoro y eleva su factura de intereses, sino que además cierra los mercados mayoristas para el sector privado, que en el caso del sector bancario acentúa la restricción crediticia. Más ahorro y menos gasto supone una menor capacidad de crecimiento autónomo, lo cual a su vez retroalimenta la espiral de riesgo soberano ante la imposibilidad de reconducir la posición de las cuentas públicas. En función de cuáles sean los porcentajes de renovación de deuda y la capacidad de apelación a la liquidez del Banco Central Europeo, así será el rango objetivo de caída potencial de la inversión crediticia.
Si a las restricciones de oferta se suma el bajo incentivo al endeudamiento que tienen hogares y empresas, el resultado es un escenario de crecimiento reducido (prevemos un 0,6% anual para 2011), sin ganancias relevantes de empleo (prevemos todavía caída de la ocupación del orden del 0,3% y estabilidad de la tasa de paro en niveles del 20%), pero que propiciará, vía ajuste de inversión, moderaciones adicionales de las necesidades de financiación exterior (hasta cotas del 3,3% del PIB).


