Parece que a Écija la persiguen algunas mentiras que la voz popular da por ciertas, y por más que los ecijanos se defiendan del sambenito de tierra de bandoleros, no saben ya cómo aclarar que los Siete Niños de Écija no eran de allí, pero quite usted ahora del convencimiento popular que aquella partida no era astigitana. Otro sambenito que persigue a Écija es el del calor, cuando lo que en verdad es gordo en Écija es el frío, que como le pille a usted un enero por derecho, cornalón al canto. ¿Que hace calor en Écija? Pues, sí, como en Sevilla, pero el mote se lo lleva Écija: «La sartén de Andalucía». Se puede freír un huevo en el suelo de Écija, como puedo freírlo yo en el patio de mi casa si el día es canalla. Pero la sartén es ecijana y no hay quien le quite el mango. No hay ecijano que al ser presentado a alguien, no reciba la pregunta: «Ah… De “la sartén de Andalucía”, ¿no?» Pues para sartenes andan en Écija, desde que las lluvias llenaron ríos y pantanos y los junteros encargados del agua no supieron, como no saben desde hace mucho tiempo, lidiar al toro líquido. Écija anda la pobre que necesitaría que resucitara Tragabuches y le devolviera el favor, que si Écija le ha dado nombre al bandolero de Arcos, que venga Tragabuches a achicar agua en las calles ecijanas, que va a tener dónde tragar, por más que lo de Tragabuches le viniera al bandolero por la fama comilona de su padre, que, según cuentan, se comió un borriquito (buche, que se llama) en adobo. Pues el hijo iba a tener de dónde llevarle al padre agua para que éste echara para abajo el borriquito en adobo.
La «sartén de Andalucía» es en diciembre «La Venecia de Andalucía», «La Albufera de la Campiña» y aun «El lago de Andalucía». La gente de Écija afectada por las riadas del despropósito, porque las aguas no han tenido garrochistas políticos capaces de llevar la riada por la vereda de carne del cauce, la gente de Écija afectada, decía, no estará más que para que llegue uno de esos reporteros que van a los sitios sin idea del suelo que pisan, y pregunte en los bares: «Oiga, esto es “La sartén de Andalucía”, ¿verdad?» Al reportero le pueden dar sartenazos en la cabeza, pero no sartenazos planos sino con el canto de la sartén. Que si en verano se puede freír un huevo en la calle, en diciembre se pueden echar en remojo todos los garbanzos de España y aun pescar albures. Y mientras el pueblo cruza en zodiac las calles, la verdadera «partía» no anda en ninguna sierra: espera, sana y salva, en los despachos. Y esos sí que son tragabuches.


