DESPUÉS de mucho pensar, he llegado a la conclusión de que si a los 68 años (los mismos que tiene Felipe González) una multinacional como Gas Natural Fenosa me ofreciera ser consejero delegado por 126.500 euros anuales, lo más seguro es que me sacrifique y acepte. Y para que todas las multinacionales se vayan enterando, hasta por la mitad también aceptaría. Es decir, que no estoy dispuesto a permitir que nadie me diga que después de los 67 años no puedo seguir trabajando. ¿Cómo no voy a trabajar si estoy hipotecado hasta los 75?
Me parece muy bien que exista un marco legal que permita que un minero, un maestro de escuela o un conductor de autobuses puedan jubilarse a una edad límite o después de acumular un número mínimo de años de cotización, pero los máximos deberían quedar siempre a criterio de los individuos. ¿Cuántos catedráticos universitarios continúan impartiendo clases como profesores eméritos y con más de 70 años? Mario Vargas Llosa escribió «El sueño del celta» después de cumplir los 70 y seguro que el Premio Nobel de Literatura le ha dado vidilla para seguir escribiendo hasta después de los 80. ¿Debería ser denunciado por competencia desleal por el sindicato de escritores menores de 40?
A nuestro sistema de pensiones —no al español, sino al europeo— le quedan dos telediarios, porque se trata de un sistema concebido durante el fascismo y reciclado por la socialdemocracia, que pretende conciliar en vano los derechos adquiridos en tiempos de pobreza con los derechos conquistados en tiempos de prosperidad, precisamente ahora que las vacas flacas nunca más van a engordar. ¿A quién le interesa provocar una pelea por la jubilación a los 67 si todos vamos a trabajar hasta después de los 70?
Chile recuperó la democracia en 1990, y ninguno de los gobiernos de izquierda que ha gestionado la seguridad social hasta el triunfo electoral de la derecha en 2010 ha cambiado el sistema de pensiones concebido durante la dictadura, mediante el cual cada trabajador puede elegir dónde cotizar para su pensión: o en la seguridad social o en una aseguradora privada. Es decir, que en Chile la empresa privada y el Estado compiten entre sí por atraer a los trabajadores y darles un mejor servicio. ¿Cuántos contribuyentes españoles sufragan además un plan de pensiones privado y un seguro médico privado? Sospecho que la mayoría.
La verdadera discusión no es la edad de la jubilación, sino la naturaleza del sistema que permitirá que nos jubilemos. Para los políticos es muy sencillo exigir sacrificios, porque cualquier quisqui que haya calentado un escaño durante ocho años tendrá una jubilación de oro y cualquier «aparatchik» que haya sido mínimo ministro (o ministro mínimo), acabará como consejero delegado de lo que se tercie. Por lo tanto, puestos a cotizar, prefiero hacerlo en beneficio mío y de mi familia, y no para sufragar el mamoneo de los partidos, los sindicatos, las iglesias, las televisiones públicas y las pensiones de los parlamentarios. Fumar está prohibido, pero nos meten puros igual.
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