Zapatero valoró la victoria electoral como un fracaso político. ¡Pobre diablo! Hoy la aprovecha como su valedora. Dicen en el PP que es ella la que manda en la economía española. Bendita dictadura. Pero, teniendo en cuenta que el interés del viaje de Merkel ha quedado reducido a los problemas derivados de la nueva gran depresión, yo prefiero hablar de Angela Merkel como política, como democristiana, como jefa de la nación alemana. En este sentido, al verla aquí, entre nosotros, quiero considerarla como el feliz resultado de un largo y terrible proceso histórico que ella tuvo que vivir en la parte más difícil. Si tras la segunda guerra mundial en una de las partes se dio la reconciliación de los alemanes con ellos mismos en los límites que señaló tan inteligentemente Karl Jaspers, en la otra se iba a seguir luchando contra la dictadura del socialismo real. Ahí estuvo Merkel: en la lucha por la democracia que iba a serlo por la reunificación de «las dos» Alemanias, por la vuelta a la nación alemana, en definitiva.Todo esto representa Angela Merkel como ciudadana, como militante democristiana y como defensora de unos valores y unas creencias muy concretas que iban a triunfar gracias a lo que consideraba Zapatero un gran «fracaso».
Pero el punto «político» que no deberíamos perder de vista hoy con motivo de este viaje «económico» es la diferencia radical que existe entre las mentalidades de Zapatero y Merkel en relación con las funciones de la memoria. Para Merkel la memoria colectiva (que no «histórica») debe servir para la reconciliación de la ciudadanía y, en definitiva, para el fortalecimiento de la Nación. Reunificada en el caso de Alemania. Para Zapatero, en cambio, la memoria «histórica» (que no colectiva) debe servir como un instrumento para la confrontación y la conquista de objetivos actuales. Por ejemplo, la desunión de la Nación. ¿Cuestiones estas exclusivamente políticas? O quizá formidablemente económicas.
