«Será una noche llena-llena de buena música» , dijo Ane Igartiburu nada más empezar el programa para elegir el candidato español a Eurovisión. Y lo dijo con todo su entusiasmo. Amárrame los pavos, como si no hubiéramos oído las canciones que RTVE tuvo a bien poner a nuestra disposición, y para nuestro pasmo, en la web. En fin, si estas eran las mejores, ¿cómo serían las otras? Pero si el «No cambié» de Tamara es infinitamente superior. El caso es que se mandaron 1.142 canciones, hubo una criba que dejó 20 y para anoche habían quedado 9 que se cantaron por los finalistas y que luego quedaron en 3 para acabar ganando una: «Que me quiten lo bailao».
La selección, y las de ediciones pasadas, hace preguntarse por qué TVE hace esto a Eurovisión. Si no le gusta, que no vaya. Pero que no gaste un duro más. Y, sobre todo, que no nos haga pasar semejantes ridículos musicales. Porque este año ni siquiera era un chiste de fábrica. La selección parecía en serio. Qué papelón para el jurado formado por Albert Hammond, Sole Giménez, Nuria de Ramón (¿se disfraza para salir en televisión o va así por la calle?), David Ascanio y Boris Izaguirre. Y lo mejor es que todo les parecía bueno. Eso decían a la cara de los muchachos. Boris al menos tuvo la gracia de soltarle a Melisa, después de la sosa balada «Sueños rotos», que la canción no sería una sorpresa para Eurovisión pero que sí lo sería su tamaño, su pelo y su voz. Especialmente su enorme tamaño. Al lado de los otros, sobre todo de los chiquillos, era como cuando Ibrahimovic estaba en el Barça y se ponía junto a Messi, Xavi e Iniesta.
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Lucía Pérez, en la final
Empezó a cantar Melisa con «Eos». Menuda letra. «Eos, una diosa sin más, sin rodeos». Toma ya. «Se convierte en mujer al amanecer». Una canción levadura muy eurovisiva, de las de gritar al final con vozarrón de romper la pana. Y la elegida por el jurado de las tres de la giganta. Oye, para medio pelo, ninguno. Esta por lo menos tenía gracia («una diosa sin más, sin rodeos», qué cuajo).
De Auryn, los cinco chavalines que hacen voces y se conocieron en un concurso de canto para niños, se eligió «Volver». Y ellos, encantados. Menos encantada estaba Lucía. Hubo un empate entre «Que me quiten lo bailao» y «Abrázame». Al parecer ganaba la que más tres hubiera obtenido. Ella dijo preferir «Abrázame», pero ni caso.
El jurado, liderado por Boris (y gracias a los tres, impuso la otra. «Uououo, ahora que me quiten, que me quiten lo bailao, uououo». Me asusto de pensar que esta era la que más me gustó. O lo que es lo mismo, la que menos dolores fuertes de barriga me dio. Dios santo, creo que echo de menos a Torrebruno. Como cantante. «Tigres, tigres, leones, leones, todos quieren ser los campeones». Qué buena música se hacía antes. La tercera en cantar fue siempre Lucía. O sea, la última en cantar también la canción ganadora. Y un triunfo arrollador, que tuvo un 68 por ciento de los votos de los telespectadores.
Esto de Eurovisión recuerda «El corazón de las tinieblas». El horror, el horror (los taburetes de metacrilato también eran horrorosos). Pero a mí ya se me ha pegado el «para churu, churu, churu, para churu churu chururú».
