No recuerdo quién me lo dijo hace mucho tiempo, porque guardé el contenido del milagro más que el nombre del santo, pero sé que llevaba razón: «El campo es como una persona buena: si le ayudas, te dará lo que tenga; si lo abandonas, un día será ese pobre mendigo que vendrá a pedirte y al que no sé si llegarás a tiempo de socorrer antes de que muera». Por todo lo que el campo significa en lo más íntimo de mi vida, sin jamás haber tenido escriturado a mi nombre ni una huertecita, me duele cuando siento que al campo —desde la tierra o desde los despachos— se le va alguien, porque sé que la gente que está sobre el campo —no sólo sobre el surco, trabajándolo— es gente que lo ama. Por eso me duele el adiós de Asaja de Miguel Afán de Ribera, a quien sin conocer en el grado en que conozco a otros muchos hombres del campo de vital importancia para la agricultura, le he aplaudido muchas de sus actuaciones. Porque sé que es amor, pasión, celo, interés más allá de lo personal.
El campo no es sólo un hombre sobre un tractor, ni un hombre en una escalera ordeñando olivos; y es mucho más que aquellas cuadrillas de escardadoras o segadores, algodoneros corvados bajo el sol de septiembre o arroceros con los pies enfangados dejándose la salud en las anegadas marismas. También el campo necesita despachos, defensa vestida de traje y corbata, voz de tribuna que se levanta donde sea para salvar la agricultura, para clamar por las ayudas, para tratar de evitar que vengan —acomodados señoritos incapaces de invertir y ayudar o políticas frías dictadas desde el desconocimiento de la tierra— a estropear el campo, a abandonarlo, a matarlo y enterrarlo en su propio abandono. Y con el campo, las zonas rurales, tan campo como el campo mismo. En defensa de estas zonas, decía Miguel Afán que sin la agricultura y una Política Agraria Comunitaria que fuera viable, se convertirán en desiertos. Llevaba razón. Sería el caso del mendigo que me pusieron de ejemplo hace muchos años. Miguel se ha peleado con los políticos encargados de la agricultura —sin distinción de tendencia— con tal de que al campo no lo machacaran más, y si fuera de España, en Bruselas, hemos tenido una voz firme, la de Miguel Afán no se ha quedado atrás. No sé qué habrá pasado en Asaja, si es que ha pasado algo, para que Miguel se vaya. Me extraña que dimita porque sí alguien que sé que ama al campo y ha aguantado pulsos largos y difíciles en los acuerdos agrícolas. Ojalá ese adiós de Asaja no signifique un adiós al campo, porque estaría más cerca el desierto.
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La tribu | El blog de Antonio García Barbeito en ABC de Sevilla.