Aún sin datos oficiales, las elecciones celebradas el pasado viernes en Irlanda confirman, según los sondeos publicados ayer, la debacle histórica del partido que, después de mantenerse en el poder desde 1997, ha llevado al país a una crisis financiera sin precedentes y a la posterior intervención europea. Sin mayorías absolutas y con una victoria parcial conservadora, el nuevo Parlamento irlandés refleja la profunda decepción de un electorado que, hundido en el desempleo y consciente de que la política de su país tiene el sello de Bruselas, se ha limitado a pasar factura a quienes han hipotecado su futuro.


