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El perfil del aire

Hoy saldrán los sevillanos, un año más, en busca del aire de abril que bombea el corazón de la primavera como si fuera la sangre que recorre las arterias

Día 31/03/2011 - 21.01h

Cernuda lo buscó en su primer libro, como si quisiera regresar a la calle donde el aire se perfila en un desfiladero de penumbra cortado por la hoja afilada del silencio. Hoy saldrán los sevillanos, un año más, en busca del aire de abril que bombea el corazón de la primavera como si fuera la sangre que recorre las arterias y los callejones de la ciudad, las venas que azulean por culpa de los cielos limpios, los vasos capilares que se quedan en la atmósfera sorda de los callejones, de las barreduelas, de los patios donde se coagulan los versos de Antonio Machado mientras su hermano Manuel sigue buscando la luz en las azoteas para sacarles brillo a las metáforas.

Ese aire se lo llevó Velázquez a Madrid para envolver a los personajes de las Meninas o para dejar que el óleo se saliera literalmente de las caderas de su Venus sevillana: ¿o esta ciudad no es una mujer que se dedica a mirarse en el espejo de su belleza como si no existiera nada más allá de las fronteras aéreas de su cuerpo? Aire que se cuela por los poros de las setas que nos retrotraen al año MDC, cuando el Barroco le dobló el brazo al Renacimiento. Aire fino de los barrios que cantaba Romero Murube con una prosa de geranio y cal. Aire lúgubre de la Catedral donde Juan Sierra veía la fina sonrisa de las calaveras. Aire soñado por los poetas del exilio que buscaban afanosamente un reflejo en un cristal para llevárselo a la nostalgia, esa dama insaciable que nos carcome por dentro.

Abril es la carne del deseo, la fugitiva realidad que nos deslumbra en estos mediodías donde la luz cae como una leona herida por sus propios rayos. Abril es un amanecer que nos muestra el color de las flores que adornarán a la Virgen del Patrocinio, esa señorita de Triana que sigue al Cristo de la Pasión, la Muerte y la Resurrección, vulgo el Cachorro. Los tres tiempos del Verbo están en el Cristo del Aire, en el perfil alfarero donde toda agonía tiene su asiento. La Pasión en el cuerpo dolorido, la Muerte en el suspiro que se queda pendiendo del hilo fatal que nunca termina de romperse, la Resurrección anunciándose en su leve sonrisa con la fuerza del gerundio más barroco… El Cachorro está envuelto en esa variación del aire que tiene un nombre que nos sacude por dentro: el escalofrío.

Es el mismo repeluco que envuelve a las imágenes que ya están hartas de la sombra de sus templos y que quieren echarse a la calle y al Altozano, cruzar plazas y recorrer avenidas, transitar por los parques y estrecharse en esos rincones imposibles donde el aire se estremece en la voz del capataz. Cernuda lo anduvo buscando de forma incesante. La ciudad nos lo muestra en la esquina de la calle que le da nombre al poeta: Bécquer. Allí, tras el Arco donde siempre reside la felicidad para el andaluz, está el rostro que cada Madrugada sale a la calle para convertirse en el perfil del aire.

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