Cuando me mudé a la casa en la que él vivía y ejercía como presidente de la comunidad me llamó la atención que toda la vecindad le llamara Manolín. Yo dale con «Mi general por aquí, mi general por allí» pero el resto, las señoras, los vecinos, todos le decían Manolín a este patricio de 91 años que esta semana se ha ido con discreción pero con la admiración de quienes conocieron su historia. ¿Es una exageración hablar de Manuel Esquivias Franco como el Gutiérrez Mellado andaluz? Yo creo que no. Porque Esquivias hizo por la democracia al menos tanto como aquel general. Poco contó de lo que hizo aquella noche del 23 de febrero en su despacho del Gobierno Militar de Sevilla, muy cerca de la Capitanía General que comandaba Merry Gordon, su compadre. Quizá esta fue la que hizo que Esquivias fuera manejando minuto a minuto la situación para que en Sevilla no ocurriera absolutamente nada. Del 23 de febrero en Sevilla existen muchas leyendas y muy escasas certidumbres. Pero sí hay nombres que merecen la gratitud generalizada como el general Querol Muller que dirigía la base de Tablada, el general Urrutia de Capitanía y nuestro Manuel Esquivias sobre el que años después quisieron sembrar dudas. En su casa no cabían ya las fotos de hijos, nietos y biznietos. Llamaba la atención la de los Reyes, la de don Manuel vestido con sus galas y su esposa Alegría asistiendo a un acto de los artilleros y la del día en que el alcalde Manuel del Valle le entregó el título de Hijo Predilecto. Desde que dejó la milicia, hace años se dedicó a contemplar la vida, a analizar la historia y a dejarle a sus nietos el legado de sabiduría y de saber estar siempre a la altura de las circunstancias. Porque estos militares que hicieron la guerra y que llegaron a la democracia fueron ejemplo para todo el país. Sonreía con la memoria histórica. Si él contara. Pero nunca contó. Se limitó a disfrutar de la vida, de su familia y de sus cosas. Hasta siempre mi general. Vamos a ver si en el Ayuntamiento están a la altura y le ponen la calle y el monumento que usted merece.