Antes de que los americanos, tan maleducados como siempre, entraran en la casa de Bin Laden sin llamar al portero automático ya lo sabíamos nosotros. Los sevillanos nos orientamos rápidamente, que por algo el símbolo mayor de la ciudad es una veleta a la que llamamos Giraldillo. Los adictos a las recepciones oficiales que eran hasta antier por la mañana partidarios de Alfredito Buena Gente se han vuelto zoidistas o zoidianos, que tiene premio, de toda la vida. Esa capacidad para verlas venir desde lejos nos permite vivir sin sobresaltos. Por eso no nos resulta extraña esta Feria sin Bin Laden.
Antes de que se produjera el asalto que ordenó el progre Obama, Premio Nobel de la Paz, los sevillanos sabíamos que no había nada que hacer: no íbamos a ver ni un «binladen», vulgo billete de 500 euros, por la Feria que intenta tapar los agujeros de la crisis con ese arte que tiene Sevilla para disimular sus achaques. Hubo casetas que se quedaron sin renovar con la excusa del olvido, del papeleo que se hizo mal, de los impresos que se entregaron fuera de plazo… Mentira canina. Que esa es la imagen que se refleja en más de una cornucopia para que el barroquismo adquiera categoría alegórica: la Canina asomándose a los espejos que reflejan las vanidades de una ciudad que se resiste a admitir su decadencia.
La de 2011 será una Feria sin Bin Laden en su lujoso refugio paquistaní y sin el ostentoso «binladen» de 500 euros en esas carteras donde luce el letrero que tan bien queda en las taquillas de la plaza de los toros: «No hay billetes». Las cigalas de antaño se reducirán a las gambitas de hogaño. El jamón será de hache intercalada y deshuesada, que las cinco jotas están muy bien para cantárselas a la Virgen del Pilar. Esta Feria será de tortilla prefabricada, tipo Ikea, y de los socorridos pimientos fritos que llenan el buche y no dejan vacío el talonario de tiques. Como la cosa siga así, no se descarta que muchos sevillanos le cambien el verso a la rima becqueriana: «Volverán las aviadas fiambreras / con filetes acabados de empanar…»
La Feria de Abril que cae en mayo es el mejor observatorio político y económico de la ciudad. Los que enganchaban en la época de las jacas tordas se dedicarán a ir enganchando mangazos por las casetas de esos amigos a los que despreciaban. Los antiguos vividores a la sombra del Régimen que se desmorona se dejarán ver y fotografiar con los que tomarán el relevo mientras se toman una manzanilla con ellos. Los que estaban montados en el taco se conformarán con un montadito de melva con morrón mientras se comen el marrón de las trampas. Y el alcalde saliente se lamentará, fiel a su estilo, del complot de la derechona rancia sevillana, que le ha dicho a Obama dónde estaba Bin Laden para quitarle el protagonismo en su último alumbrado. Y es que donde se ponga una Feria sin Bin Laden, que se quite el último «Alfredito, dale al botoncito».