Como acabo de volver de Lima después de una visita relámpago, ahora me veo con la papeleta de perder los kilos que he recibido durante los homenajes que me han hecho mi madre y cada uno de mis numerosos hermanos, quienes tienen la idea de que en España se come malamente y que no hay como los primordiales guisos caseros para recuperar las fuerzas perdidas. En realidad, mi madre es la única que me ha visto hechuras de fakir en Lima, pues todos mis amigos y conocidos me han dicho lo de siempre: «¡qué gordo estás!». Pero gordo —lo que se dice gordo— es como he vuelto de Lima.
Y como está científicamente demostrado que los kilos que nos quita la fantasía materna nos los devuelve con creces la realidad conyugal, regresé a Sevilla mentalizado para demostrar que no me asustaban las dietas, los ejercicios, las barritas de muesli o el famoso ayuno de caldo de estrella de mar, último grito de la moda dietética en los templos budistas de Australia. Pero naranjas de la China. No hubo reproches, no hubo lamentos, no hubo recochineo. ¿Eso acaso es lo peor? Nanay. Lo peor es comenzar un régimen de «motu propio» y de pronto escuchar:
— Tú no vas a adelgazar nunca.
— ¿Cómo puedes estar tan segura?
— Porque tienes el esqueleto gordo.
Yo conocía eufemismos y mentiras piadosas la mar de ocurrentes y originales, como esas que aseguran que algunas personas no son gordas sino que están fuertes, o aquella brillante ocurrencia de Astérix para aplacar a Obélix: «Tú no eres gordo sino bajo de tórax». Pero que te digan que tienes el esqueleto gordo tiene más guasa, ya que aunque te quedes en los huesos nadie se daría cuenta. No dejo de pensar en la osamenta de los personajes de los cuadros de Botero. ¿Sus esqueletos serán rechonchos o sus huesos más bien como los que se comía Pedro Picapiedra?
A mí no me importa que se ponga de moda combatir el sobrepeso, pero me toca los michelines que el personal se haya puesto tan exigente con el criterio del «peso ideal». Por ejemplo, según la mayoría de tablas que he consultado, una persona de 1,70 m. de altura debería pesar 54 kg., cifra que nada tiene que ver con los 65 kg. que me sugerían cuando tenía la mitad de años que tengo ahora. ¿El peso ideal de una persona de 50 años debería ser 10 kilos menos de lo que pesaba cuando tenía 25?
Ser trasgresor en estos tiempos de mojigatería políticamente correcta ya no supone ir por la noche de yonqui, bohemio, crápula y revolucionario, sino más bien ir de casto, empollón, fumador y heterosexual a plena luz del día. Aunque si de escandalizar al personal se trata, no hay como sedimentar todas esas impurezas contemporáneas en un cuerpo de más de 90 kilos. La gordura ya no se lleva sino se sobrelleva, mismamente como la ruina, los cuernos y las enfermedades venéreas. Por eso, a lo hecho, panza:
— Yo no tengo el esqueleto gordo.
— ¿Ah, no?
— Es que de chico me caí en la marmita de los espaguetis.


