La impresión de lo que está ocurriendo en Grecia es que ninguna de las dos partes está haciendo sus deberes. Habitualmente, la intervención supone duros y creíbles planes de ajuste a cambio de una financiación asequible para ir haciendo frente a la deuda. Las dos cosas no parecen estar ocurriendo. Ni el conjunto de reformas incluido en el plan de ajuste está siendo tan exigente, al menos en su aplicación, como para volver a hacer al país atractivo, y que se vuelva a generar actividad económica y empleo; ni los griegos tienen acceso a una financiación propia de un país intervenido. Por el contrario, con una deuda que supera —aunque no sabemos muy bien por cuanto— el 150% del PIB, unos tipos de interés de dos dígitos como los que piden hoy hacen completamente inviable el pago de la deuda. Por tanto, si se quiere evitar la quiebra de Grecia, es precisa una financiación de emergencia a tipos razonables y verdaderos ajustes. España se encuentra por ahora lejos de esta situación, pero sí existe para nosotros una moraleja. Reformas a medias sólo permiten crecimientos débiles que antes de lo que pensamos nos llevan a deudas insostenibles. Los tipos de interés de la deuda española son bastante inferiores a los griegos, pero son mucho mayores que la tasa de crecimiento del PIB. Si esto persiste uno o dos años más, el desastre está asegurado. Necesitamos reformas profundas y urgentes también en España.
Michele Boldrin es catedrático de Fedea y de la Universidad de Washington


