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El estigma se ha instalado para siempre. Lewis Hamilton (26 años) es el malo de la película. Su huella persiste en el subconsciente colectivo de los españoles y de ella extraen rendimiento publicitario sus patrocinadores. No hay redención posible. Como el Madrid y el Barça, Magic Johnson y Michael Jordan, Induráin y Chiappucci, la rivalidad entre Alonso y Hamilton quedará para el recuerdo en la Fórmula 1. El piloto inglés atiende a ABC en el imponente campamento de McLaren. Y en su afán por parecer normal, tipo distendido que hace algo más que cumplir con el formulario de la entrevista, dedica un rato a explicar sus pasiones culinarias —los helados artesanales, la pasta cocinada al dente— y el aroma mediterráneo del calor que evoca España frente al paisaje que divisa a través del cristal: la lluvia y la niebla de Inglaterra.
—Estamos en la cuna de la F-1, Silverstone, Inglaterra. ¿Supone algo especial para usted?
—Por supuesto. Estoy conduciendo en mi país, en uno de los lugares donde me crié, donde los aficionados me van a apoyar sin condiciones... Es especial no solo por esto, sino porque suele crear una atmósfera increíble. Tiene historia. Supongo que es algo parecido a lo que siente Fernando Alonso cuando corre en España o Sebastian Vettel cuando vamos a Alemania.
—¿Y siente más presión en el cuerpo por eso?
— No. Es natural entender que los aficionados ingleses querrán que gane, pero nosotros debemos poner el foco en el trabajo que tenemos que hacer. Y no podemos añadir más presión a la que ya tenemos como un equipo grande de la F-1.
—¿Cuánto queda de aquel Lewis Hamilton que debutó en 2007 con Alonso en McLaren?
—Queda casi todo. Como cualquier otra persona, he crecido y he vivido experiencias. Ya sé que es imposible ser exactamente la misma persona que entonces, cuando no me conocía nadie. La fama limita mucho tu vida privada. Las cosas han cambiado en ese sentido. Y también he aprendido a convivir con el entorno que me rodea.
—¿En qué consiste ese aprendizaje?
—Quiero decir que cuando estoy corriendo, ya sé lo que tengo que hacer; cuando estoy en una entrevista, sé lo que tengo que decir; cuando protagonizó algún evento con los patrocinadores, sé cómo tengo que actuar... En eso creo que he aprendido algo. También sé lo que tengo que hacer en mi vida. Puedo decir que estoy en un buen momento.
—¿Siente que la Fórmula 1 necesita pilotos agresivos, contestatarios, como usted?
—Bueno, no lo sé. Lo que la Fórmula 1 necesita son grandes pilotos.
—¿No cree que su pilotaje sea agresivo?
—No creo que sea más agresivo que el de otros pilotos. Es una percepción que la gente tiene desde hace tiempo. Cuando estoy en la pista rodeado de pilotos, no pienso que ellos puedan tener la misma opinión. Depende también de los circuitos y el tipo de pista para realizar adelantamientos, pero nunca he superado los límites. Intento ir al cien por cien, eso sí.
—La gran pregunta se repite cada fin de semana, ¿por qué Red Bull tiene el mejor coche?
—Por el mismo motivo que McLaren lo tuvo en 2007, Renault hace más años o Ferrari en otras ocasiones. A veces pensamos que la F-1 es un deporte sencillo, pero no siempre sabemos por qué suceden estas cosas. La F-1 tiene este encanto.
—Pero Ferrari o McLaren tiene más dinero que Red Bull para invertir y desarrollar. ¿Por qué no han llegado a su altura?
—No. Eso no es cierto. Red Bull, Ferrari y McLaren tienen un presupuesto muy similar para la Fórmula 1. Y en otras competiciones, Red Bull dispone incluso de más dinero que nosotros. Imagina la cantidad de restaurantes, bares, pubs y máquinas expendedoras de bebida que hay en el mundo. En todas hay alguna botella de Red Bull. Por tanto, hay billones y billones y billones repartidas por todo el mundo. A cuatro o cinco euros que cuesta cada botella, imagina el dinero que mueve esta marca. Y en Mónaco cuestan diez o veinte euros... En muchos sitios de Londres cuestan cinco libras...
—Fue campeón y ahora persigue. ¿Cuesta acostumbrarse al segundo plano?
—No es fácil. La gente a veces tiende a olvidar lo que ha pasado y sólo repara en lo que está sucediendo ahora. Todo se olvida muy rápidamente en el deporte y en la Fórmula 1, pero ¿qué hacer? Esto es así.
—¿Cómo se prepara en el invierno?
—Concretamente, este año he realizado la mejor preparación que recuerdo desde que soy piloto en cualquier categoría. Me he concentrado en mejorar mis habilidades, en preparar el Mundial al todo por el todo desde mis capacidades físicas. No sé qué hicieron los otros pilotos...
—¿Le gustaría que todos los pilotos de F-1 tuvieran el mismo coche para saber quién es el mejor?
—No. La F-1 está bien como está. No me gustaría que otro piloto condujese mi coche, ja, ja, ja...
—¿Y le gustaría conducir el de otro?
—Bueno, eso tal vez... ja, ja, ja.
—¿Tiene que contar hasta diez para no meterse en líos? ¿Le cuesta guardar silencio cuando algo no le gusta?
—Prefiero hablar en la pista. Desde que estaba en los karts, me gusta hablar en la pista... Hago muchas entrevistas al cabo del año y es posible que alguna vez me equivoque en alguna declaración... Todo el mundo se equivoca y, en otras ocasiones, también se interpreta mal lo que digo.
—¿Por qué siempre hay tantos rumores, rectificaciones y polémicas en torno a usted?
—¿Será porque soy el más odiado?, ja, ja, ja (sonoras carcajadas en tono de broma). A veces pasa que algunos ex pilotos tienen un punto de vista diferente del mío. También es verdad que siempre me llaman los comisarios para revisar maniobras en la pista. En fin, yo tampoco lo entiendo.
—¿Tiene algún tipo de miedo en un coche de Fórmula 1?
—No tengo miedo, pero sí me gusta el peligro. Adoro el peligro. Sabemos que la Fórmula 1 se guía ahora por la seguridad por encima de todas las cosas, pero ese punto de peligro me gusta. Cuando te agradan la velocidad, los coches y el riesgo, esa subida de adrenalina está muy bien.
—¿Qué aprende cuando pierde?
—Aprendo a luchar al día siguiente. También se aprende a saber perder. Modelas parte de tu carácter, de tu comportamiento, de tu mentalidad... Comprendes que hay que dar la vuelta a las cosas y que a veces hay que volver a empezar para entender el rendimiento del coche.
—En España siempre será el anti-Alonso. Pasados los años, ¿qué piensa de él?
—Es un piloto increíblemente rápido, con un talento natural para este deporte. Lo que más admiro de él es la velocidad pura que tiene. Siempre que se pone al volante, extrae el máximo en cuanto velocidad del coche que tiene.
—¿Sigue la actualidad? ¿Conoce algún contenido social de los últimos tiempos en España?
—Sí, trato de informarme sobre lo que está pasando. Cuando fue la carrera de Barcelona hace unas semanas estuve atento a la revuelta social que hubo en España, con mucha gente reclamando mejoras en las ciudades. Espero que todo haya cambiado a mejor.
—¿Puede pisar la realidad siendo piloto de F-1?
—Claro. El otro día, me mandó un mensaje mi prima diciendo que su marido se había quedado sin trabajo después de no sé cuántos años en su empresa. Eso me entristece, me toca la moral y me hace ver que todo lo que sube, baja, y que en cualquier momento a cualquiera de nosotros le puede cambiar la suerte.



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