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Columnas / EL ÁNGULO OSCURO

La ministra Angelines pone un huevo

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El conocimiento que la ministra Angelines tiene de Caravaggio le viene de la película de D. Jarman, conque no le pidamos peras al olmo

Día 23/07/2011

La ministra Angelines, ante el Descendimiento de Caravaggio, ha querido epatar a Rouco poniendo este huevo:

—Caravaggio fue un criminal perseguido por la ley, homosexual, disoluto, camorrista... y sin embargo hoy celebramos todos su pintura como la de uno de los grandes de la Historia del Arte. (...) La fragilidad humana, la espiritualidad e incluso la fe religiosa no pertenecen a un solo modelo de hombres, sino a todos.

Ante lo cual Rouco ha tenido que mearse de la risa, pues la pobre ministra Angelines no ha hecho sino repetir, con mala retórica y peor teología, lo que la Iglesia lleva afirmando veinte siglos. La mala retórica de la ministra Angelines se muestra en la caracterización tópica de Caravaggio, de quien no se sabe a ciencia cierta que reuniera algunas de las «prendas» que le adjudica; pero imaginamos que el conocimiento limitado que la ministra Angelines tiene de Caravaggio le viene de la película de Derek Jarman, conque tampoco le pidamos peras al olmo. La peor teología de la ministra Angelines se muestra cuando afirma que «la espiritualidad e incluso la fe religiosa» pertenecen a todos los «modelos de hombres», también a los homosexuales, disolutos o camorristas, que pueden crear obras excelsas, como Caravaggio. Pero la espiritualidad, la fe religiosa y la genialidad artística no «pertenecen» a ningún «modelo de hombre»: son una gracia venida del cielo; y, faltando esa gracia, ya pueden los hombres ser homosexuales, disolutos o camorristas o, por el contrario, pacíficos, virtuosos y heterosexuales, que el resultado será siempre el mismo: por mucho que se esfuercen en pintar el Descendimiento de Caravaggio, sólo les saldrá el guión de Mentiras y gordas. He aquí el misterio de la gracia, que sopla donde quiere y puede convertir cualquier experiencia personal —aun la más «disoluta» o «perseguida por la ley»— en instrumento de salvación; y que, tal vez porque halla cegados los cauces naturales, tal vez porque así le peta al Espíritu, funciona de forma subterránea y medio salvaje, incursionando intrépidamente «en territorios dominados en gran medida por el demonio», como afirmaba Flannery O'Connor, que aunque hubiese querido escribir adrede el guión de Mentiras y gordasno habría podido, porque estaba tocada por la gracia.

De esas incursiones de la gracia en territorio enemigo (que Ermanno Olmi narró de modo sublime en La leyenda del santo bebedor, adaptación de la novela de Joseph Roth que tal vez la ministra Angelines conozca, si no se quedó atollada en Derek Jarman) está poblada la historia de la salvación; y también la «Historia del Arte», como prueban cúspides del genio católico como El Evangelio según San Mateo de Pasolini, la Balada de la cárcel de Reading de Wilde o este Descendimiento de Caravaggio que ha excitado la mala retórica y peor teología de la ministra Angelines. Pero la comprensión de este don misterioso de la gracia, que actúa sobre todos los «modelos de hombres» (y que, puesta a elegir, elige antes al publicano que al fariseo, al disoluto antes que al falso virtuoso), está vedada a los puritanos, que antaño creían que los disolutos no podían recibirlo y hogaño creen que la disolución es virtud, como le ocurre a la ministra Angelines. Y es que el puritano nunca podrá entender que la gracia es un contacto abrasivo y cauterizante que quema para siempre al artista viejo que trabajaba con la mentira, alumbrando al artista nuevo que trabaja con la verdad profunda. Por eso el puritano, metido a artista, sólo puede escribir el guión de Mentiras y gordas.

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