ESTRELLA AZAHARA

«Intentamos romper el círculo de la exclusión con la educación»

El fin de la asociación es la promoción de la persona con el acompañamiento y en su centro los menores encuentran el apoyo de una familia

Trabajan en uno de los barrios más pobres de España, Palmeras, luchando contra circunstancias familiares difíciles alas que se suman problemas estructurales a los que las administraciones no dan la respuesta adecuada. El Coordinador General de Estrella Azahara, Miguel Reymundo, explica cómo entran a romper la herencia de la exclusión, una cicatriz que cuesta borrar pero que puede desaparecer.

—¿Cuál es la misión y objetivo de Estrella Azahara?

—Ayudar a que la persona promocione independientemente del momento de su vida en el que se encuentre. Si es un menor, que siga sus estudios, el adolescente, que descubra su vocación y el adulto que se reilusione y trabaje por su futuro. Intentamos romper el círculo de la exclusión a través de la educación.

—¿Es posible despertar la motivación en vuestra zona de trabajo?

—El hecho de que un joven de Palmeras termine la secundaria es un hito, pero ocurre. Si un chaval que estudia se promociona, encuentra trabajo, se casa, forma una familia y sus hijos han salido de la exclusión, es un éxito que se va a transmitir. Ahora mismo contamos con seis personas que están en ciclos formativos, que ya han entrado en el proceso de superación.

—¿Cómo trabaja la asociación?

—Nuestro programa estrella es el socioeducativo con menores en horario de tarde. Les ofrecemos un acompañamiento en el que intentamos mejorar su rendimiento académico. Horas de apoyo escolar y actividades que además se complementa con una relación muy cercana con los centros y con sus familias para hacer un seguimiento. También contamos con el proyecto «Puente», que desarrollamos con Red XXI para chicos de 12 a 25 con los que intentamos enseñarles la motivación de seguir formándose para labrar su futuro.

—¿Qué es lo que más valoran los chicos que acuden a estos programas?

—Nuestra forma de atenderles, de acompañarles. Cuando venimos después de comer y nos encontramos a muchos chicos deseando entrar, cuando no vienen obligados, sabemos que no están ilusionados por hacer las tareas sino porque encuentran a alguien cercano con quien hablar, un lugar en el que se sienten a gusto. Ellos incluso en su familia se encuentran en un entorno en el que predomina la violencia y no se les escucha, aquí saben que se pueden expresar y que al tener un comportamiento disyuntivo, no tendrán una respuesta violenta, sino que les enseñamos a entender que los primeros perjudicados de esas actitudes son ellos mismos.

—¿Qué retos se plantean de cara al nuevo año?

—A nivel de intervención, la necesidad más urgente está en el trabajo con las edades de entre 12 y 18 porque el sistema educativo no es capaz de dar respuesta a estos chicos y la responsabilidad cae en nosotros, las entidades sociales. Y otro reto igual de importante es la sostenibilidad de la asociación.

—¿Con qué medios contáis para hacer vuestra labor?

—Nos nutrimos de instituciones como el Ayuntamiento, la Diputación y la Junta y otras entidades privadas. Pero que cada año por estas fechas tengamos que preguntarnos hasta qué mes podemos llegar, es preocupante considerando que intentamos dar una respuesta donde las instituciones no son capaces de llegar. Trabajamos en la delgada línea roja que separa un mundo de otro y deberíamos contar con más estabilidad.

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