Javier Portal, voluntario de Cic Batá: «Esta experiencia me ha hecho reflexionar sobre lo que no es necesario para vivir»
Le dijeron que si estaba loco, pero Javier Portal estaba muy seguro de lo que hacía. Se marchaba como voluntario con el Centro de Iniciativas para la Cooperación Batá, de Córdoba a Mozambique, para participar en un proyecto sobre desarrollo agrícola humanitario. Un reto añadido a lo que supondría para él la adaptación a la cultura, al clima, superar la barrera del idioma y vivir en una comunidad local. Una vez de vuelta, Portal afirma que quiere volver en cuanto pueda.
«A pesar de llevar mucho tiempo trabajando en temas sociales, ha sido todo un descubrimiento. Llegas con datos sobre la situación económica, ideas sobre cómo piensa que vive la gente allí pero luego te sorprendes al ver cómo con tan pocos recursos, también por una cuestión histórica, a pesar del impedimento para lo que nosotros consideramos progreso, es maravilloso ver estructuras de viviendas, oficios... que sin las herramientas que aquí tenemos, salen para adelante. Y dices: si tuvieran los mismos recursos que nosotros, estaríamos hablando de una situación mucho más justa e igualitaria», reflexiona el joven.
Su misión en una zona interior y rural, aislada de Maputo, la capital, ha sido reforzar la parte organizativa de la comunidad. «Un poblado con mucha gente mayor y pocos jóvenes a los que hay que enseñar que dentro de la propia comunidad hay cosas por hacer en las que pueden contribuir para que el propio grupo de un salto», explica. En el día a día, Portal se encontró con que había lugares a los que no llegaba la energía eléctrica, ni había agua corriente, una falta de recursos que le llevó a «aprender a desarrollar la capacidad de improvisación ante circunstancias que son incontrolables».
Pero él ha sentido una gran acogida y «a pesar de la diferencia del color de piel he acabado siendo bastante cercano», dice entre risas. Durante la experiencia ha descubierto, por ejemplo, cómo trabajan los problemas en la comunidad, «de forma muy horizontal». «Se convocan reuniones populares a las que asiste todo el que quiera, que aquí sería como el pleno del Ayuntamiento, y hablan de los problemas para darles ellos mismos soluciones».
También le sorprendió la confianza de los pasajeros de las «chapas» -como se llama a los autobuses allí por el sonido que hacen- donde pasaban el dinero desde los últimos asientos hasta el conductor, sin temor de que no llegase. O incluso pasajeros que sostenían los bebés a otros que no tenían asiento sin timidez ni reparo.
«Me traigo mucho más aprendido de lo que yo he dejado allí seguro. Lo tenía claro antes de ir y lo confirmo. Es una experiencia personal que te hace reflexionar mucho sobre cómo vivimos aquí y ver lo que no es necesario», apunta el voluntariado. La «oportunidad» de que ha sido para él este tiempo, le ha hecho «aprender mucho y disfrutar», tanto que la repetirá.
- Centro de Iniciativas para la Cooperación Batá
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