«Sin respuesta integral a los problemas no se cambia la vida de otros»
Córdoba es una de las ciudades donde la Fundación Don Bosco pone en marcha más proyectos. Un total de 30 en activo con atención directa para 3000 personas. En los últimos años las necesidades han crecido y cambiado, pero también es mayor la respuesta de la sociedad y en especial del tejido empresarial cordobés, que se implica en muchos de su programas según cuenta Toñi Moriana, la coordinadora provincial de la entidad.
—¿En qué se concreta el trabajo de la Fundación Don Bosco en Córdoba?
—Nuestro proyecto es integral y formativo. Trabajamos con jóvenes en los diferentes ámbitos de su desarrollo: la atención residencial donde les facilitamos pisos y les atendemos en albergues. También cubrimos sus necesidades socioeducativas e impulsamos la inserción sociolaboral. Tenemos otros programas en marcha que trabajan directamente con las familias, los centros escolares, el barrio… puesto que para llegar a los jóvenes hay que intervenir en su entorno.
—¿Cuáles son las necesidades más urgentes de este colectivo?
—Nos encontramos con jóvenes que por su propia realidad no pueden cumplir su proceso de autonomía porque requieren de cubrir desde las necesidades básicas hasta terminar de construir su propia persona. Por eso trabajamos un área socioeducativa y también la sociolaboral. Aquí se engloban todos los proyectos que van desde la formación básica para el empleo, la orientación laboral, prácticas e intermediación con empresas…
—¿Cómo se puede llegar a transformar sus realidades?
—La experiencia que tenemos es que si no se les da una respuesta integral a los problemas, no se cambia la vida de otros, sino que solamente es posible resolver una necesidad concreta. Esta filosofía es nuestro propósito por eso muchos proyectos están interconectados.
—¿Cómo se materializa esa respuesta integral?
—Por ejemplo en el proyecto de cocinas comunitarias, a través de un programa en el que se cocinan por grupos en el Barrio Guadalquivir, los vecinos recogen alimentos y trabajan competencias personales y para la convivencia. Es en definitiva un proyecto de intervención familiar donde si detectamos que hay grupos que tienen otras necesidades, como vivienda, orientación para el empleo, se las proporcionamos.
—¿Cuántas personas trabajáis en la Fundación?
—Contamos con una plantilla de 70 personas que se amplía según los proyectos y una de las ayudas más importantes es la del voluntariado. Actualmente contamos con una veintena de personas de diferentes edades, aunque fundamentalmente jubilados que continúan su vida activa de forma solidaria. Incluso fomentamos el hecho de que los propios receptores de los programas se vuelvan voluntarios en otras actividades.
—Tras cumplir 20 años de vuestro trabajo, ¿cómo valoráis la necesidad y la atención en los entornos más desfavorecidos de Córdoba?
—Hemos visto que la realidad de las personas ha cambiado sus dificultades se han acentuado pero percibimos un movimiento en positivo. Tenemos la suerte de contar con un tejido empresarial que se ha ido consolidando en estos años y somos afortunados de realizar un trabajo en red y apoyarnos en otras entidades. Contamos con un buen número de empresas que se acercan para conocer la realidad, y se implican.