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María Escobar: «No somos diferentes y queremos lo mismo, ser independientes«»

Es mediadora en el «Proyecto amigo» que trabaja la autonomía y el empoderamiento de las personas con discapacidad intelectual. Nos cuenta su convivencia con ellos en un entorno de amistad, casi familia

María es voluntaria 24 horas. Su colaboración con Down Córdoba consiste en formar parte de un proyecto ambicioso, muy importante para los jóvenes con Síndrome de Down. Es mediadora en el «Proyecto amigo» que trabaja la autonomía y el empoderamiento de las personas con discapacidad intelectual. Convive con ellos en un entorno de amistad, casi familia, que les hace madurar por igual.

«Con este proyecto he descubierto que somos más iguales de lo que creemos. Lo ves desde la perspectiva de que son diferentes a ti, pero no, buscamos lo mismo: ser independientes, un trabajo, vivir solos, tener tiempo con nuestra pareja... ese es el objetivo que todos tenemos cuando vivimos con nuestros padres y eso la gente no lo ve. Piensan que ellos siempre quieren vivir con papá y mamá», reflexiona la joven voluntaria tras su experiencia.

Hace casi un año que vive en un piso con Ana, otra mediadora, Fabián y Jose, dos chicos con Síndrome de Down. Las mañanas de estos cuatro compañeros suelen estar ocupadas por sus trabajos o sus prácticas, una responsabilidad para todos, y por supuesto también tienen sus obligaciones como inquilinos.

«Después de comer nos organizamos. Los lunes vamos al supermercado, los miércoles y jueves se limpia... siempre hay que tener unas pautas para tener todo controlado, pero con flexibilidad», apunta María, que también cuenta, entre risas, que hay noches en que salen de cervezas y no miran el reloj.

El objetivo de este proyecto es que los jóvenes con Síndrome e Down puedan alcanzar su independencia, aprendiendo sus responsabilidades y siendo guiados por situaciones cotidianas hasta que logran la autonomía. «Al principio, por ejemplo  íbamos todos a hacer la compra, pero ahora Fabián y Jose pueden ir solos», detalla Escobar. «No podemos olvidar que son personas con discapacidad, que van a necesitar apoyos puntuales, pero eso no significa que siempre tengan que vivir con alguien».

La vivienda compartida es únicamente una fase de un proceso complejo en el que es fundamental el apoyo de la familia y la confianza que se deposita en los jóvenes. «Se empieza con una formación en la asociación, y una vez que están más maduros, que tienen más flexibilidad a la hora de hacer las cosas, saben hacer una cama o limpiar, pasan a la vivienda de aprendizaje.

Esta segunda fase, cuenta María, consiste en una convivencia de fines de semana que más tarde lleva a la vivienda compartida de domingo a viernes. Todo esto con el acompañamiento de voluntarios como María que desempeñan el papel de mediadoras. «No somos sus padres, es decir, si no se despiertan por la mañana, llegan tarde y es su responsabilidad. Somos unas compañeras y les damos ciertos apoyos porque están aprendiendo a ser independientes y hay momentos en que debemos ayudarles pero retirándonos, porque es es el objetivo», deja claro la joven.

Para ella esta experiencia ha sido también un proceso personal de maduración. «Les habré enseñado muchas cosas pero ellos a mí me han enseñado cómo es su vida en la vida diaria, me han enseñado a ser más madura, aser más flexible con ellos, me han aportado amistades nuevas... muchísimas cosas la verdad.»

Y recuerda momentos especiales vividos como cuando le ampliaron la jornada en su trabajo «y llegaba a casa muy cansada». Un día Fabián le dijo: «no te preocupes que ya estás en casa», dándole un abrazo que supo a medicina reconfortante. Por todo, por lo que viven y por lo que van a lograr, María dice que "compensa" esta tarea de ser compañera de piso - voluntaria 24 horas.

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