Una tarde tranquila en Sanlúcar de Barrameda: calor, levante y un músico callejero

Anochece en Bajo de Guía

Este fin de semana serán las últimas carreras de caballos de Sanlúcar de Barrameda del verano de 2016. Entonces sí que se llenará todo de gente, los bares estarán repletos, habrá muchos esperando inútilmente para conseguir una mesa y no se podrá dar un paso sin que te empujen. Vendrán escritores famosos, locutores de radio, presentadoras de televisión cañonas, abogados, toreros, nobles y bodegueros. Además del pueblo llano, claro.

Pero hoy la tarde cae tranquila. Hace calor, dichoso levante, y en la playa cercana no queda un hueco libre, aunque ya empiezan las madres a recoger los bártulos de sus hijos, las sillas y las sombrillas. Van quedando solo las pandillas de adolescentes y gente joven.

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Nos acercamos al embarcadero a esperar la puesta de sol, mientras algunos terminan de ordenar los aparejos de los veleros y la barcaza que viene del Coto de Doñana devuelve sus últimos pasajeros a tierra.

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En los bares aún no hay casi clientes, salvo en la barra de Bigote, a reventar como siempre.
Nos sentamos junto al murete en una de las mesas de Joselito Huerta y pedimos unas manzanillas.

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Pasa un hombre de entre cincuenta y sesenta años, con barbas y rastas casi blancas, cantando: yo quisiera ser civilizado como los animales. Lleva bañador, camisa de manga corta y chanclas de guiris, tipo ugly shoes. Todo con pinta de no haber visto una lavadora desde hace años. Se aleja entre las mesas con su repertorio de Roberto Carlos, guitarra el cuello y mochila al hombro.

Pedimos algo para picar y seguimos observando la gente que pasea por la playa a la caída del sol: parejas con sus perros, madres con cochecitos, incluso una especie de tractor tirado por  un caballo.

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El Rastafari se acerca de nuevo.

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Lleva muchas arrugas en la frente y cordones de cuero al cuello con amuletos y objetos colgantes. Ahora está con Jarabe de Palo: depende todo depende, y se nos acerca con una sonrisa. Canta bastante bien. Sigue con la Flaca: pero ella nunca engorda…. Dice que fue él quien la compuso y la verdad es que suena casi mejor en su voz que en la de Pau Donés, con más swing. Tengo la marca del lado oscuro y no me sonrojo si te digo que te quiero…

Nos pide un chupito de ron, pega la hebra con la fotografa.  Nos cuenta que es cubano, se llama Nachy, que ha cantado con grandes músicos, y que, llegado a Cádiz, se enamora de una jerezana, con la que se casa para separarse 20 años después. Mientras nos habla, no puede dejar de rascarse la cabeza entre las rastas, lo que no me extraña, el champú  no parece estar entre sus cosas de uso diario. Vive entre Jerez, Sanlúcar, Chipiona y El Puerto. Y se gana la vida cantando en la calle.

La camarera, de malhumor, le pide que se traiga su catavino que lo tiene por ahí perdido. Saca de la mochila unas gafas, un cepillo de dientes… Se coloca las gafas y toca una melodía con aires cubanos. Me fijo entonces en que en la guitarra está sujeta con papel celo.

Como otros ven que el rastafari se sienta en el poyete junto a nosotros, se van animando a acercarse. Una chica rellenita nos ofrece unos abanicos. Pasa otro hombre, de bastantes años, vendiendo un CD casero de flamenco, y explicándonos que el flamenco es tan antiguo como la humanidad.

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En la barra un personaje que no se sabe si es camarero o cliente, con el pelo muy largo canoso, chaleco negro y camisa blanca, se pone a cantar por Camarón con pocas ganas. Con una voz chillona y un poco desagradable. Se para en unas mesas ocupadas por turistas a ver si cae algo y sigue de largo, nervioso, a paso rápido.

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A partir de las 11:00 de la noche el público que va quedando es local. Apuramos nuestras manzanillas y observamos a las señoras del barrio vestidas con una batita fresca de algodón, las familias con hijos y los matrimonios de Sevilla que veranean por la zona. Antes de que en pocas horas vuelvan las presentadoras de televisión cañonas, los locutores de radio, los escritores, los toreros, los nobles de toda la vida y los bodegueros.

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