La selección Estados Unidos, favorita junto a España para llevarse el Mundial de baloncesto, continuó su paso firme hacia la final de Madrid después de imponerse con autoridad, aunque sin alardes exagerados, al voluntarioso combinado mexicano. Los americanos, sobrados de físico y de talento, dominaron el tanteo desde el inicio del primer cruce de octavos de final, en un Palau Sant Jordi con buen aspecto –más de dos tercios de entrada– pese al horario de siesta que se le asignó al partido: las cuatro de la tarde. No hubo color. La resistencia de México fue inferior a la que los de Krzyzewski tuvieron que derribar, por ejemplo, en la fase de grupos contra Turquía o Ucrania. Todo sigue el curso esperado, sin sobresaltos para un joven surtido NBA que pretende mantener el cetro mundial pese a la amenaza del experimentado anfitrión.
México, que ya estaba contento con haber pisado una fase final después de 40 años sin Mundial, fue un rival muy débil para Estados Unidos. Es muy difícil, más aún considerando la superioridad del oponente, dar un mínimo de guerra con solo cuatro jugadores capaces de anotar en todo el primer tiempo: Ayón (12), Cruz (6), Jorge Gutiérrez (5) y Ramos (4). Ante semejante panorama, el billete para cuartos fue pan comido para los Davis, Harden y compañía. El primero, dueño de un físico imponente y de una velocidad de piernas privilegiada, intimidó en la zona lo justo para dejar a Ayón, tocado en el hombro, como única esperanza azteca. Evidentemente, el de Zapotán, ahora mismo sin equipo, no fue suficiente ni para hacer cosquillas. Y eso que fue el máximo anotador del encuentro.
Mientras, Harden lideró la anotación americana del primer tramo a través de su variado repertorio: doce puntos en los dos primeros cuartos. Pero el más barbudo de Houston no estaba solo, ya que Curry y Thompson, los dos tiradores más finos de los yanquis, ambos propiedad de Golden State Warriors, acertaron desde el perímetro en momentos señalados. Especialmente clave fue el triple del segundo a falta de un minuto para el final del primer cuarto (23-11). En ese punto, la brecha se abrió definitivamente. Sin embargo, al descanso el marcador aún lucía cierto honor para México (42-27). Quince abajo, los de Valdeolmillos podían darse con un canto en los dientes.
Pero medirse a Estados Unidos significa batirse contra un poderío físico de otra galaxia. Capítulo aparte, en este sentido, la aportación del esforzado Kenneth Faried, un complemento muy valioso para Davies. El ala-pívot de Denver no es el más talentoso ni el más alto de la clase (sí el que gasta el peinado más raro), pero su trabajo en la pintura, muy generoso a la hora del rebote, está siendo tremendamente útil para un equipo muy dotado de muñeca y de lucimiento ofensivo. Precisamente, el tercer cuarto, con el combinado mexicano más justo de fuerzas, fue un paseo militar para los de Krzyzewski, que le sacaron trece puntos a su rival en diez minutos gracias en buena parte a tres triples de Curry, que cogió el testimonio de Harden en la anotación. En total, el base titular firmó un 70% de acierto en tiros de campo. 20 puntos. Nada mal.
Como casi siempre, la superioridad aeróbica americana desgastó a su rival. México, con el paso de los minutos, cada vez llegaba más tarde a todo. Así, la selección de Estados Unidos estiró y destensó la goma cuanto quiso, amparada en su elegida conjunción entre el músculo y la sutileza. En los mejores momentos, la diferencia llegó a ser de 37 puntos, pero al final, por aquello de no humillar, los mexicanos pudieron maquillar el resultado en un último parcial favorable (20-25).