Martes, 20-01-09
Y lo hizo. José Tomás logró lo que ningún torero había podido, cuanto menos en las últimas temporadas: alrededor de 32.000 personas se dieron cita en la Monumental de México. La campaña publicitaria, sufragada por el propio torero de Galapagar, que inundó prensa, calles y radio, obtuvo su respuesta con un ambientazo en una fecha difícil . La afición disfrutó de su toreo y se emocionó con la entrega de la terna. Porque aunque fue José Tomás quien cortó dos orejas -una en cada toro de un lote nada lucido- y salió a hombros, la réplica de un bravo Arturo Macías, que le arrancó una oreja a su segundo, no se quedó atrás. Confirmó la alternativa Octavio García «El Payo», ese torero que se cuajó en España el año pasado y que estuvo a la altura con el de la ceremonia.
El haberle vuelto a dar vida a la Plaza México era ya un gran mérito de José Tomás, pero mayor fue cortarle la oreja a dos toros malos de Teófilo Gómez. Su primero, con poca casta, le dejó torear sabrosamente con el capote y luego lucir en los estatuarios muletazos, tan clásicos, personales y emocionantes. La estocada, que fue trasera, precedida de un susto sin consecuencias, bien valió la primera oreja de la tarde.
Conocimiento del toro
Y la faena de su segundo fue un compendio de técnica, de conocimiento del toro mexicano y de la tenacidad de un hombre que sabía que debía reafirmar el triunfo. Sobó una y otra vez al toro hasta que logró sacarle algunas alegres embestidas en las que pudo expresar el toreo largo. Otra vez fue certero al matar y nadie dudó en que le dieran una oreja; algunos pidieron las dos, sin embargo, ésa una fue bien merecida.
José Tomás dio una triunfal vuelta al ruedo y cuando se plantó en los medios de la plaza con su traje azul pavo, sangre y oro, la ovación fue ensordecedora, la que merecía un torero que volvió a darle vida a La México.
Arturo Macías no se quedó atrás, desde que le hizo un quite al primero de José Tomás. Con su actitud nos dijo a todos que venía a no dejarse ganar la pelea, que respetando la investidura de una figura como el español, en el ruedo las oportunidades son las mismas para todos o, cuanto menos, para quienes estén dispuestos a tomarlas. Y Macías lo demostró con una faena de variedad, por momentos de profundidad, de mucho gusto y sobre todo de una madurez que ya se le va notando a quien fue triunfador máximo hace dos temporadas y que no había vuelto a La México por una lesión. Lástima que esa faena, con el mejor toro del encierro, la malogró con la espada. Aunque se lo pedían, no quiso dar la vuelta al ruedo, saliendo honestamente al tercio.
La de su segundo fue una pelea con un toro malo, descastado, peligroso, que en la estocada le dio un fuerte revolcón. El público pidió la oreja y el juez, con buen talante, la concedió.
A pesar de tener solamente cinco corridas de toros, El Payo mostró el buen oficio que de novillero aprendió en España. Siempre ha toreado bonito y así lo hizo con su primero, el de la ceremonia, un toro muy noble, pero de poca fuerza. Pinchó y todo quedó en una merecida salida al tercio. En el que cerró plaza, El Payo dejó ver un valor sereno muy importante.
La salida en hombros de José Tomás por la Puerta Grande de la plaza más grande del mundo colmó los tendidos de emoción.

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