El verano conlleva ciertas licencias informativas gracias a las cuales los columnistas podemos disfrazar nuestra sequía de ideas como refrescante divertimento. Y así, es típica noticia del estío la muy comentada ordenanza municipal del Ayuntamiento de Barcelona que, aunque la canícula apriete, prohíbe circular sin el debido decoro por la vía pública bajo multazo de órdago; entendiendo como tal, caminar sin camiseta enseñando el torso (ellos), o en bikini o tanga (ellas). A la Ciudad Condal le han seguido varias poblaciones importantes de Cataluña y de buena parte del Levante español.
Sin duda es en zonas costeras donde el personal suele ir más ligerito de ropa. Pero aquí en Córdoba —donde la canícula no es que apriete, es que ahoga—, de un tiempo a esta parte, también es normal ver por la calle a jóvenes y no tan jóvenes con la camiseta quitada (ellos, no se me malicien los más rijosillos) o con unos mini-conjuntos (ellas) que más que talla 36 parecen talla Barbie, aunque la moza que va embutida en el modelito luzca garrido porte y rechoncho perfil (hasta en el facebook).
Yo aplaudo la medida tomada en Barcelona, y no por decoro o falso pudor, sino por estética, pues cada vez que veo a un fulano luciendo buena panza cervecera o escuetas costillas en relieve (ellos); o a una… (estooo, a ellas) con esa lorzas tan lozanas y con descomunales chichas me pregunto: ¿pero qué habremos hecho el resto de los mortales para tener que padecer semejante tortura? ¿Por qué he de contemplar esas canillas canijas, o esos simpáticos michelines, a ver, por qué? ¡Cómo si no fuese bastante padecimiento ahogarnos en nuestro sudor, encima tenemos que soportar horrorosa visión en cuarto y mitad de carne! <TB>Pero como soy poco amigo de prohibir, yo propongo que en Córdoba, mejor que multas pongamos condiciones. Verás qué pronto se acaba el dilema. Y así, uno podría quitarse la camiseta cuantas veces quisiera, pero con la condición de que tenga los abdominales de Forlán, un poner.
Y puestos a pedir, las que quieran ir por Cruz Conde como por la Carihuela que lo hagan, ¡faltaría más!, pero con la condición de que su talle y donosura le den un aire a Giselle Bunchen, otro poner.
¡Qué refrescantes iban a ser nuestros paseos por la ciudad! Más de uno que iba a estar todo el día en la calle por mucho calor que hiciera. No se hable de decoro o de pudor. Pura estética. Porque todos sabemos que hay ciertas cosas que es mejor no enseñar.
