El silencio solemne del Altar Mayor de la Mezquita-Catedral se inundó anoche de los bucólicos sonidos pastorales de la Sexta Sinfonía de Beethoven y del ritmo dancístico y notable lirismo de la Séptima Sinfonía de Beethoven bajo la batuta impecable del maestro Daniel Barenboim, que se presentó de blanco impoluto, símbolo de su más ansiada pretensión: la paz en Oriente-Próximo.
La West-Eastern Divan, compuesta por 36 jóvenes de origen árabe, 43 israelíes, 16 españoles y 5 de otras nacionalidades, se lució ayer de una manera espectacular por la magnífica interpretación pero también por el marco inigualable en el que se encontraba que, al igual que su repertorio, estuvo cargado de contrastes culturales; lo árabe, lo cristiano y lo judío.
El Altar Mayor de la Mezquita-Catedral superó su aforo inicial previsto por la organización, 1.700 personas, pues finalmente accedieron al recinto más de 2.300, no sin antes provocar cierto revuelo por el nerviosismo de quienes querían acceder al interior sin entrada y los encargados de controlar la puerta de Santa Catalina, que no tenían demasiado claro qué hacer. Desde antes de las siete de la tarde había personas, con y sin invitación, haciendo una interminable cola que rodeaba el templo hasta el principio de la calle Torrijos y, cuando abrieron las puertas a las 20.00 horas, tardaron casi dos horas en entrar ante el nerviosismo de la organización, la Fundación Pública Andaluza Barenboim-Said, y del equipo del Gran Teatro de Córdoba que no daban abasto a controlar a tanta gente. Finalmente, abrieron las puertas a quienes no tenía invitación, que estaban bastante cabreados porque hasta las 22.00 horas estaban allí sin saber si iban a entrar o no.
Autoridades
Entre el público, estaba el consejero de Cultura de la Junta, Paulino Plata, la delegada del Gobierno de la Junta en Córdoba, Isabel Ambrosio, el delegado de Cultura, Joaquín Dobladez y el primer teniente de alcalde delegado de Cultura del Ayuntamiento de Córdoba, Rafael Blanco. Además, antes del inicio del concierto se escuchaba hablar en inglés, francés y alemán. También había gente de todos los rincones de Andalucía que no se quisieron perder un concierto tan cargado de simbolismo como éste, el segundo que la West-Easter Divan ofrece en España pero que tuvo un lugar único como escenario.
Los acalorados asistentes estaban impresionados por la majestuosidad del entorno en el que las sinfonías de Beethoven sonaban como nunca. La dulzura y lirimo de la Sexta Sinfonía, no sólo recordó a la naturaleza, como así era intención del compositor, sino que también sonó a una cultura árabe que en otros tiempos hizo suyo el monumental templo. En la segunda parte del concierto se produjo de nuevo un contraste con el «tempo» rápido que marcó la Séptima sinfonía con un ritmo dancístico más propio de la cultura de la Córdoba actual tan ligada al flamenco, que cuenta con palos movidos como las alegrías, rumbas o bulerías.
El público disfrutó, aplaudió y se emocionó con la interpretación de la orquesta, a pesar de que comenzó con casi una hora de retraso y acabó casi a las doce de la noche. La Mezquita-Catedral se rindió a los pies del maestro, Premio Príncipe de Asturias a la Concordia en 2002.





