Últ. actualización
Si, como se ufanaba hace unos meses José Luis Rodríguez Zapatero, España llegó a codearse en la «Champions» económica con las grandes potencias europeas, fue posible por el empuje de tres regiones: Madrid, Comunidad Valenciana y Cataluña.
Un triángulo mágico trazado sobre la piel de toro que la Generalitat ha sabido visualizar. Sin embargo, el camino hacia Madrid es más corto, y no sólo por la distancia kilométrica.
Las dos autonomías comparten elementos comunes que las convierten en aliadas naturales. El primero, que sufren un doble y sistemático castigo por parte del Gobierno central, que no les reconoce el aumento de la población en el reparto de sus fondos y que no les dispensa especial cariño en el destino de la inversión en infraestructuras.
El segundo, relacionado estrechamente con el anterior, es el signo político que de forma abrumadora han decidido sus ciudadanos. Madrileños y valencianos han otorgado su confianza en el Partido Popular. Esperanza Aguirre y Francisco Camps presiden sus respectivas regiones gracias a réditos electorales de récord. Y los dos dirigentes son, a día de hoy, la referencia política de su formación en el conjunto de España, hasta el punto se situarse en un plano muy similar al de Mariano Rajoy.
Cataluña es otro cantar. Comparte el problema de la financiación. Por responsabilidad institucional, el Consell abogó por compartir esfuerzos para lograr una mejora que beneficie a los valencianos.
Pero de ahí a una escenificación pública con Josep Montilla dista un abismo. Influyentes grupos empresariales valencianos llevan meses trabajando por un encuentro al más alto nivel entre los dos presidentes.
Sin embargo, los intentos no han dado su fruto y las perspectivas no son halagüeñas. La distancia con Cataluña va más allá del límite entre Castellón y Tarragona. El Estatuto catalán, que -a diferencia del valenciano- blinda las inversiones estatales, un gobierno tripartito de izquierdas y la ausencia de compromiso para apoyar las necesidades hídrica de la Comunidad, representan escollos insalvables para una relación fluida.
En el caso opuesto se sitúa Esperanza Aguirre, con quien mantiene una alianza natural, por encima de planteamientos relacionados con el funcionamiento interno del Partido Popular en la madrileña calle Génova.
Camps y su homóloga madrileña están forzados por la desidia de Zapatero a autogestionar sus respectivas regiones y forman hoy, en el aspecto práctico, el principal frente de oposición política al Gobierno socialista.

Enviar a:

Enviar a Facebook

Enviar a Twitter

Enviar a Menéame

Enviar a Reporter MSN

guardar en mis favoritos de Del.icio.us

Añadir a digg

Añadir a technorati

guardar en los favoritos de My Yahoo!

Enviar a Mister Wong

¿qué es esto?


Más noticias sobre...