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La Venus, de enseñar un hombro en Santiponce a exhibirse en Los Venerables
Publicado Martes, 18-11-08 a las 08:32
Desde que José Moreno Santarén escarbó junto a aquella piedra de mármol que había en el corral de su casa hasta toparse con el seno de la Venus de Itálica, la escultura del siglo II se yergue flemática en el Museo Arqueológico de Sevilla. Dice José, que actualmente tiene 85 años y vive en el mismo lugar que entonces, que él era un zagal de once años cuando se dio de bruces con el pecho marmóreo de la diosa. Las cuentas dicen que eso debió ocurrir en el 34. Pero las crónicas oficiales afirman que la Venus fue descubierta en 1940. Sea como fuere, en torno a setenta años lleva la pieza sin moverse de la Plaza de América. Hasta ayer. A las siete de la tarde salió del Museo, por primera vez en su historia, uno de los símbolos de la Sevilla romana. Media hora después volvió a abandonar su intemperie natural. Llegó al Hospital de los Venerables, donde protagonizará la exposición «El Rescate de la Antigüedad Clásica en Andalucía», que como ya adelantó este periódico, se desarrollará entre el 24 de noviembre y febrero del próximo año y estará comisariada por los profesores de la Universidad de Sevilla Fernando Amores y José Beltrán Fortes y el investigador artístico Juan Fernández Lacomba.
Una pieza de 1.800 kilos
Cinco operarios de la empresa Sit, especialista en el transporte de obras de arte, desplazaron a este emblema desde Hispalis hasta el corazón de Ysbilia envuelta en una colosal caja de madera. Porque el desnudo de la diosa Venus, que está considerado uno de los grandes hitos escultóricos de la época de Adriano —su creación está fechada en el año 117—, sigue conquistando a los amantes de la Historia de Sevilla. Sus 1.800 kilos, repartidos en dos metros y once centímetros de estatura sin contar la cabeza, que nunca se encontró, darán peso a una muestra que estará estructurada en cinco grandes bloques titulados «Los orígenes clásicos de Andalucía Medieval»; «Reyes, Nobles, Humanistas y Eruditos (siglos XVI-XVII)»; Reflejos de Europa»: «La Bética Ilustrada (siglo XVIII)»; «Nuevas Clases, Nuevas Actitudes (siglo XIX)» y «El Rescate Científico (siglo XX)». Pero la venus, esculpida siguiendo el modelo helenístico de la Afrodita Anadyomene, no sale del Arqueológico para volver a la soledad de aquel corral de Santiponce. Compartirá escenario con un centenar de piezas, entre las que «habrá escultura, arquitectura, mosaicos, monedas, gemas, óleos, dibujos, grabados, libros, muebles...», según afirman desde la organización.
El hombro que pisó José
Y José Moreno Santarén seguirá tan atento como siempre, desde su rincón de Santiponce, a lo que ocurre con la diosa de sus amores, aquella a la que durante años los niños de su corral pisaron el hombro para evitar los charcos. Porque José es el último emperador de Itálica. Es un hombre olvidado por los historiadores, un niño arqueólogo que tuvo la fortuna de hincar las uñas de sus manos en la arena que rodeaba a aquel iceberg de mármol y dar a luz a aquella mujer con la que sigue soñando. «Yo vivía en todo el Cerro de Itálica, donde está el Teatro, en una casa grandísima —recuerda—. Y, las cosas que pasan en los pueblos, cuando murió mi abuelo se hizo una partición para cada hijo. Había que partir el corral donde teníamos las piaras de cabras, que era donde estaba aquel pedrusco de mármel donde poníamos el pie para no pisar un charco y entrar a donde estaba el ganado. Mi padre y mi tío estaban subidos en un andamio haciendo los tapiales y me pidieron que sacara arena para el muro. Yo me puse a escarbar allí, junto a la piedra, y de repente vi que había un pecho. Lo que pisábamos era el hombro, porque la Venus estaba de costado. Rápidamente llamé a mi padre y allí se formó un escándalo. Vino mucha gente de Sevilla y sacaron la estatua con cadenas. Eso lo recuerdo bien. Yo tenía once años, pero recuerdo que uno de los que vino era un Pickman».
La historia, que José relata con una retórica a mitad de camino entre la humildad y la nostalgia, exige una pregunta: ¿Por qué en aquel tiempo los vecinos de Santiponce desvelaban cuanto hallaban y ahora nadie encuentra nada? «Los viejos del lugar le temían mucho al tema de Itálica. Cuando se encontraba algo, decían: "Que viene Carriazo y te quitan la casa", así que o se publicaba el descubrimiento o se tapaba todo rápidamente. Pero allí, en el pueblo actual, está todo. En la casa que está a la espalda de la mía han encontrado ahora la cabeza de otra diosa, que no es la de la Venus porque es más chica. Y al lado de donde descubrí la Venus hay una cueva donde nos metíamos los niños con quinqués que da al Teatro y tiene dirección a Itálica, pero de eso nadie habla. Aquello está todo lleno, que yo lo sé. Pero Itálica no ha hecho nunca las cosas como Dios manda o el pueblo nunca le ha tendido su mano a Itálica». José nunca obtuvo ningún tipo de reconocimiento por su hallazgo, aunque era demasiado pequeño como para despejar la incertidumbre: «En aquel tiempo no me reconocieron nada. Si hubo un sobre para la familia, yo no me enteré de nada. Supongo que algo darían, pero no se sabe».
Sin embargo, el chiquillo que jugó a la Arqueología sigue obteniendo recompensa al oír hablar de su Venus. Le basta eso para ser feliz. E incluso ha inculcado a sus hijos el amor por su pasado romano: «Yo nací en Itálica y eso es lo máximo. Todo en mi familia está relacionado con eso. Mi hijo Manuel tiene una ferretería en Reyes Católicos, en Sevilla, y se llama Ferretería Roma», concluye el anciano, a quien no le abruma que en la exposición haya piezas que proceden del Museo Arqueológico Nacional, el Museo del Prado, el Metropolitan de Nueva York, The Hispanic Society of America, el Museo Plantino de Amberes o el Musee Saint Germain de París. Porque nada hay como la estatua de mármol que desenterró hace setenta años de las entrañas de Santiponce, esa que ayer atestó los Venerables de curiosos que hasta los cuarenta ignoraron que la Venus de Itálica ha estado 1.800 años bajo tierra. Un año por cada uno de sus kilos.

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