
El escritor argentino César Aira viene a España a compartir lo que siente por la lectura. Unas reflexiones que se enmarcan dentro de la celebración de La Noche de los Libros, que tiene lugar en la Comunidad de Madrid. El autor de «Cómo me hize monja» o «Páramo» compartirá sus experiencias en una conferencia de acceso libre en la Real Casa de Correos.
-¿Cómo comenzó su relación con la lectura?
-Comencé con revistas y cómics. Muy insensiblemente por la fantasía, por la aventura: las novelas de piratas de Salgari, de vaqueros. Comencé a tenerle cariño a los libros, a la lectura y, poco a poco, fui entendiendo lo que era la literatura de verdad.
-¿Cuándo dio el salto de la lectura a la escritura?
-No sé cómo, pero fue de adolescente, en el pueblo, con un amigo mío de la infancia, Arturo Carreras. Los dos nos hicimos escritores al mismo tiempo. Y hubo como una división de tareas con Arturo: a él le quedó la poesía y a mí la prosa.
-Escribe una media de dos novelas al año. ¿No se cansa?
-No. En realidad escribo muy poco. Son novelas pequeñas. He batido récords porque una, «Picasso», tenía ocho páginas.
-Entonces, ¿su inspiración es muy constante?
-No tanto. De cada diez ideas que se me ocurren sólo una funciona para desarrollarla como relato. Aunque «ideas» es una palabra... Una vez se hizo una encuesta en Estados Unidos sobre a qué hora del día se le ocurrían a los famosos más ideas. Todos los que contestaron daban por sentado que tenían muchas. Entonces llegó Einstein y dijo: «A mí, en toda mi vida se me ocurrieron dos ideas: una bastante buena; la otra no tanto y no me acuerdo en qué momento».
-¿Qué significa para usted el Día del Libro?
-Para mí son todos porque soy un lector compulsivo; no tiene un sentido tan fuerte. Mi relación con los libros siempre tuvo un componente muy íntimo. La lectura no se comparte, por lo menos para mí. Lo que se comparte es haber leído. Por ello siempre he pensado que uno de los grandes beneficios de la lectura es la posibilidad de hacer amistades instantáneas. Uno se encuentra con alguien que no conoce y cinco minutos después ya es un viejo amigo porque ha habido antes cuarenta años de lectura compartida.
-¿Y qué siente cuando el leído es usted?
-Yo siempre dudo de lo que he hecho. No es necesario que alguien venga a hacerme una larga exposición, a veces es suficiente con una palabra... Hay escritores que tienen una alta autoestima y no lo necesitan, pero yo sí. Se nos tacha de vanidosos, pero no es vanidad, es la necesidad de tener una especie de ancla en la realidad. Tampoco necesito muchos, con saber que tengo cuatro o cinco lectores me basta, pocos pero fieles.
