Un pueblo invadido por las termitas,una llamada de socorro del Ayuntamiento para solucionar un problema que se había extendido demasiado en el tiempo, un puñado de investigadores con una solución milagrosa que, en principio, no convencía a nadie. No es el guión de una película, sino la historia de Palenciana. Ahora, como si de una superproducción basada en hechos reales se tratara, aparece una tesis doctoral sobre aquel sonado problema en la que se desgrana cuál fue la solución.
Eugenia Alcaide, doctora el Biología, es la autora de este estudio, que un día rescató a un pequeño pueblo de la Campiña cordobesa y, a su madera, de las fauces de una de las mayores plagas de termitas de la historia. Eugenia fue parte activa de la recuperación de Palenciana, y nueve años después cuenta cómo se arregló el desaguisado.
—¿Cómo consiguieron acabar con las termitas de Palenciana?
—Mediante un sistema de cebos. Se hizo con un producto que es un inhibidor de la síntesis de la quitina. Esto lo que hace es que no las extermina, sino que mueren por sus propios medios, en el momento de mudar la piel. No es un producto tóxico, puesto que sólo afecta a las termitas y, además, éstas no lo detectan, porque cuando una termita se da cuenta que hay muchas hermanas muertas, relaciona que pasa algo y se marcha. Con este producto las termitas se van alimentando y cuando llega el momento de mudar la piel mueren. Así, las otras termitas siguen comiendo porque no relacionan la muerte de sus hermanas con nada extraño, sino que creen que es una muerte natural.
—¿Cómo nace este producto?
—Surgió en EE.UU. y se fabrica allí, que están a la cabeza de todo esto. En Luisiana tras el «Catrina» hubo una gran plaga de termitas. Y es que allí todo es favorable: el clima, que se construye con termitas... Y lo han probado mucho por el hecho de que construye con madera. Es un producto muy testado, que también se ha utilizado en Francia.
—Palenciana no es una zona donde se construyan las casa con madera, ¿Por qué se dio la plaga?
— Saber el origen siempre es muy difícil. Palenciana es un pueblo de carboneros y de madera, y tiene a unos kilómetros un bosque de pinos. La madera que la gente del carbón y los madereros extraían de ese bosque para llevársela al pueblo debía de estar contaminada. Las termitas son unos organismos que viven en el bosque de forma natural. ¿Quién descompone esas ramas que se caen en Los Villares, por ejemplo? Ellas las convierten en polvo, si no el bosque estaría lleno de ramas que se caen de los árboles. Las termitas, que en la naturaleza no son ningún problema, si te las llevas a casa, pasado un tiempo, se pueden convertir en plaga.
—¿Qué le decía la gente cuando, en vez de matar a las termitas, les ponía un comedero y las veían acudir a alimentarse?
—Cuando llegamos teníamos que entrar poco a poco, pero cuando empezamos a instalar las estaciones la cosa cambió y te dejaban entrar en sus casas con más facilidad. Lo peor era cuando llegabas y le llenabas la casa de gente y empezábamos a hacer agujeros. Pero no hubo muchos problemas, todo el mundo tenía termitas y todos estaban hartos de la situación. Como nosotros no echábamos nada para que se fueran, la gente abría la caja, semana tras semana, y decían: «Las termitas siguen aquí, están comiendo, no se mueren». Entonces les explicábamos que no les hicieran nada, que las dejaran comer, que ya se morirían. La gente no lo entendía, pero al final salió bien. El tratamiento consistía en que las termitas fueran a comer, así se metía el producto en su genética y luego se morían, pero no era para que se fueran.
—¿Se deduce de lo que cuenta que es un proceso lento?
—Es muy lento. Hay que estudiar las poblaciones, los termiteros, las superficies y los tiempos. Después se pasa a la acción. Y hay que instalar los cebos, echar el producto y esperar a que vayan muriéndose cuando les toque. Pero salvo que es un proceso lento, el resto son ventajas. Es eficaz, no es tóxico, es inocuo y sólo afecta a las termitas, ya que lo que hace es bloquear una función genética específica de éstas, por lo tanto sólo le afecta a ellas.
—¿Cómo está ahora elmunicipio de Palenciana?
—El que fue mi jefe en aquel proyecto ha vuelto y dice que todo está bien, que han pasado las revisiones y que las termitas no han vuelto.
—Para usted, ¿qué significó Palenciana?
—Mi marido cada vez que me llaman para trabajar en algún sitio me dice que me llaman porque estuve en Palenciana. Es el caso más importante que se me ha dado de este tipo. No recuerdo nunca nada parecido. Además, la solución que se le dio es fácilmente extrapolable a otros lugares.
—Y cuando se acaba la plaga de Palenciana comienza la tesis doctoral...
—Fue al cabo de unos 9 años. Las termitas se acabaron en 2001, pero la tesis la empecé en 2003. Dedicarme de forma plena ha sido en los últimos dos años, que es cuando he extraído la información de la base de datos. Mi labor principal no era la tesis, así que cuando dejé el trabajo hace dos años empecé a escribirla y, desde entonces, hasta ahora. Pero no he seguido los caminos normales
—Palenciana se acabó y la tesis también. ¿Ahora qué?
—Ahora a publicar en revistas especializadas que es lo más importante, hay que publicar en revistas de impacto. Este caso es importante y vamos a tratar de utilizarlo para poder empezar a abrir el camino.