DÍA INTERNACIONAL DE LAS PERSONAS SIN HOGAR

Un día en el hogar de los «sin techo»

«Entré temblando, agarrada a mi bastón, con miedo. Desde fuera no sabes qué te vas a encontrar», relata una usuaria de la Casa Madre del Redentor de Cáritas

Amanece y hay nuevas oportunidades para encontrar una solución. Es lo que piensan muchos de los residentes en la Casa de Acogida Madre del Redentor de Cáritas en Córdoba. Es lo que se repite Dori, una mujer que ronda los setenta y con una pérdida visual del 85 por ciento se ha visto sin recursos porque hace un año que no recibe su pensión. «Yo no debería estar aquí«», comenta, y nadie quiere estarlo.

El Día Internacional de las Personas Sin Hogar se celebra para llamar la atención sobre una realidad que ha ido en aumento en los últimos años. Coincide con el Día Contra la Violencia de Género, 25 de noviembre, y en Córdoba ha contado con una semana entera de actividades para decir que unas 275 personas viven en las calles de la ciudad y que Cáritas atendió a más de 800 «sin techo» en el último año.

«Hablamos de personas con problemas de salud mental, gente que viene muy desilusionada, desesperanzada, que se ha sentido mucho tiempo sola», comenta la responsable de acción social para personas sin hogar de Cáritas en Córdoba, María Calleja. La casa Madre del Redentor es uno de los cuatro recursos que la institución pone al servicio de las personas que «viven en la calle».

«Entré temblando, agarrada a mi bastón. Con miedo. Desde fuera no sabes qué te vas a encontrar. Dentro ves las cosas de una forma diferente. Hoy me siento respetada, valorada y tranquila porque sé que esto es una transición», explica Dori con entusiasmo dos meses después de esa entrada. Resalta que en la casa todos trabajan para encontrar soluciones a los problemas que cada uno lleva y es capaz de sacar lo bueno del tiempo que va a estar ahí. «Me quedo con la gente que he conocido, del equipo de trabajadores, los voluntarios y algunas personas con las que convivo».

Imagen de archivo de residentes en la Casa Madre del Redentor

Cada día se esfuerza por aportar al máximo, dentro de sus dificultades para ver. «Me levanto temprano, alas 8.15 horas ya estamos desayunando y después recojo mi cama y mi cuarto. Hay días en los que salgo a pasear o a hacer algún recado, al médico... luego llega la hora de comer en la que ayudamos por turnos a recoger y después descansamos en la siesta», explica como rutina diaria. Además participa en los talleres de manualidades y se está pensando si apuntarse a teatro.

Pero lo más valioso es compartir tiempo con los demás en la puerta, riéndose de las historias de uno, hablando de otros temas con otro... todo eso le da una perspectiva diferente de la realidad y le ayuda a afrontar su situación. Pedro, -nombre ficticio de un hombre que pasa de los setenta-, opina igual. Que el tiempo compartido con otros es lo que les marca. y también la amabilidad y paciencia de los profesionales de la casa.

Ya lleva casi dos años en el «refugio» y está siendo tratado de graves problemas en el corazón. Dice que es veterano y que justo cuando va a cambiar de residencia, echa de menos el ambiente de Madre del Redentor. «Yo no me quedo quieto ni desganado. Siempre ayudo en todo, menos a poner el desayuno porque me levanto de mal humor», relata el residente.

Muchos de sus días estaban marcados por las visitas al médico y otros trámites pero otros por actividades con voluntarios y hasta fiestas. «El año pasado se nos ocurrió a los hombres vestirnos de mujeres y a las mujeres al revés, fue muy divertido. Ya estamos pensando en la fiesta de este año», comentó entre risas.

Ahora Dori y Pedro participan en el taller de manualidades para hacer el portal de Belén. Saben que, aunque no cuentan con sus casas, ellos no son unos «sin techo» porque forman parte de este hogar del que «todo el que sale, vuelve al menos para contar alguna novedad», dice Dori.

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