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Un templo del azulejo que, como muchos otros locales históricos de Madrid, languidece ahora abandonado en la calle Echegaray, 17. Toreros, señoritos, majos y algún que otro despistado han probado sus chatos de vino. Un bar que para Manolete era una segunda casa y en la que hasta la más alta nobleza se corrió más de una fiesta.
En Madrid hubo un tiempo en que «ganarse los grabieles» (nombre con el que también se le conoce al local) significaba ganarse «el parné», y de ahí se pasó a «ganarse los gabrieles», que viene a decir «ganarse los garbanzos». Sabina, el cronista de la Villa en verso, inmortalizó esta taberna en su canción De purísima y oro: «A la hora de la zambra, en Los Grabieles,por Ventas madrugaba el pelotón, al día siguiente hablaban los papeles de Celia, de Pemán y del bayón».
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