Se ha hecho frecuente ver a Casillas sonreír cuando alza un trofeo, a Nadal morderlo y a Fernando Alonso soltar algún que otro «¡toma!». Ayer, en Budapest, Rafa Muñoz acumuló todos estos gestos para celebrar su primer gran título. El cordobés se proclamó campeón de Europa de los 50 metros mariposa, acercando a todos sus paisanos a la gloria a la que siempre estuvo predestinado.
Muñoz, como en Roma hace poco más de un año, era el gran favorito para el triunfo. Pero entonces falló en la salida de una prueba que no hace prisioneros de ningún tipo. Más bien, todo lo contrario. Las pruebas de 50 no dejan margen de error y el cordobés aprendió una de las muchas lecciones que se ha visto obligado a cumplir en los últimos tiempos.
Pero centrándose exclusivamente en la piscina, Muñoz es poco menos que único. Por eso, empezó a ganar la carrera casi desde el trampolín. Después de quitarse los aparatosos cascos que le acompañan, tuvo una salida casi perfecta. Su velocidad de reaccionón fue de 0.66 centésimas. Después, un subacuático colosal y a volar. Porque Muñoz tomó la delantera en la carrera por delante de Korotyshkyn y Bousquets, quienes desde un principio se convirtieron en las amenazas a su medalla de oro.
El galo, muy cerquita, obligó a Muñoz a seguir firme, mientras que por los lados se confirmaba el desmoronamiento desfinitivo de Deibler y que el ruso Korotyshkyn estuvo tapado durante las rondas previas de la final. La simple diferencia fue que el cordobés ni se inmutó lo, suyo era tocar primero y así lo hizo. Terminó cuadrando su entrada de una manera similar a la de su salida. De esta forma, el nadador de Navial terminó la prueba con los honores de campeón y con tres décimas de ventaja sobre Bousquets, que finalmente fue segundo.
Pero no sólo es que ganara. El tiempo de 23.17 volvió a demostrar que lo de Rafa Muñoz no es simple casualidad. Es decir, que el cordobés con y sin bañadores está ubicado en la elite mundial de la mariposa con todas las de la ley.
Tal vez, así se explica que nada más tocar la pared y ver la marca gritara un «¡toma!». Un toma con color oro y sabor a gloria. Ésa de la que saben mucho los Gasol, Casillas, Nadal o el propio Fernando Alonso. Y es que Muñoz sigue demostrando que está llamado a compartir ese olimpo a poco que no se disperse.
Por cierto, que ahí también tendrá una prueba importante a partir del viernes, fecha en la que empezará la batalla de los 100 mariposa. Ahí, el cordobés no lleva el cartel de favorito, aunque situaciones como ésta le darán alas. Las mismas que Budapest, el lugar donde hace un lustro ya se coronó campeón de Europa júnior. Ni que decir tiene que lo de ayer fue más grande.




