SE acaban de cumplir quince años de la desaparición del primer y, hasta ahora, único cordobés que llegó a ser fiscal general del Estado. Hablamos de Luis Antonio Burón Barba, nacido en Fuente Obejuna el 18 de marzo de 1918 y fallecido en Madrid el 17 de agosto de 1995.
Burón Barba fue prototipo de aquellos juristas identificados ideológicamente con el PSOE que llegó al poder en 1982, pero que mantuvieron divergencias con dicho partido por un entendimiento distinto del derecho. Burón tuvo el singular privilegio de discrepar en tiempos tempranos de aquella cúpula socialista, hasta el punto de dimitir como fiscal general del Estado en 1986, a los tres años de ser designado.
Este mellariense nació en el seno de una familia de labradores e ingresó por oposición en la carrera judicial en 1945. Durante el franquismo demostró su compromiso con la democracia y su antagonismo con aquél, formando parte de los fundadores de Justicia Democrática, donde su pensamiento se nota decisivamente en los primeros documentos elaborados en la clandestinidad.
De 1977 a 1981 trabajó en la Audiencia Nacional y luego en el Tribunal Supremo, de donde, en diciembre de 1982, su amigo, el ministro de Justicia Fernando Ledesma, le reclutó para fiscal del Estado. Jamás confundió amistad con amiguismo y no se dejó dirigir en materias de su competencia. Recurrió la primera y benigna sentencia contra los golpistas del 23-F; su respeto a los sectores conservadores, tan distantes de él, le indujo a presentar una querella por la emisión en RTVE de la canción de Las Vulpes «Me gusta ser una zorra»; y en 1984 tomó la decisión de querellarse contra Jordi Pujol y otros 24 dirigentes de Banca Catalana.
Esta iniciativa molestó al Gobierno de Felipe González, más atento a la política que al derecho y que ya había apostado por «enterrar» a Montesquieu y la separación de poderes, buscando una Justicia dócil a sus intereses. Por ello, la politización del caso Banca Catalana precipitó en 1986 la dimisión de Luis Burón, explicando él mismo que en caso de divergencias con el Gobierno, el Fiscal debe dimitir.
Su pueblo natal lo recuerda con el nombre de una calle. Es Fuente Obejuna parte de la historia, no ya sólo de Córdoba sino del mundo, desde que Lope de Vega lo inmortalizara en un drama basado en hechos reales acaecidos allí en tiempos de los Reyes Católicos, viniendo a ejemplificar el final del feudalismo y el inicio de la autoridad real. De aquella etapa perviven la iglesia de Nuestra Señora del Castillo y la plaza de este edificio, perteneciente a la Orden de Calatrava y desaparecido. Una escultura, obra de Aurelio Teno, recuerda el levantamiento del pueblo. Fuente Obejuna, la antigua Mellaria romana, se alza sobre una colina como capital de un pequeño imperio de aldeas con hermosos nombres: Alcornocal, Argallón, Cañada del Gamo, La Cardenchosa, La Coronada, Cuenca, Los Morenos, Navalcuervo, Ojuelos Altos, Ojuelos Bajos, Los Pánchez, El Piconcillo, El Porvenir y Posadilla.
Sus recuerdos
Luis Burón falleció justo un día antes de que lo hiciera el antropólogo, historiador y lingüista Julio Caro Baroja. Manuel Vicent escribió entonces: «Un fiscal y un sabio, dos personas inteligentes y honradas en las que podía apoyar la palanca cualquiera que tratara de vivir con un mínimo de dignidad (…) A Luis Burón lo veía pasar cada tarde junto a mi mesa en el café Gijón, con su ceño adusto de labrador calderoniano cuando se iba a jugar la partida de dominó después de haber juzgado».
Bonifacio de la Cuadra, en la necrológica que escribió de él en «El País», concluía: «Burón ha sido el prototipo de jurista de ideología democrática y progresista, minoritario en la judicatura, acostumbrado a sufrir a los antidemócratas e incapaz de hacer carrera precisamente cuando los suyos están en el poder».
POR JUAN JOSÉ PRIMO JURADO
