Córdoba

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Veranos vergonzantes

Los cordobeses dejaron atrás en los 60 los baños en el río y albercas para pasar sus vacaciones en la Costa del Sol. El verano tradicional empezaba a ser un «estigma» para la sociedad del momento

Día 29/08/2010
En la década de los 60, los veranos en Córdoba empezaron a ser diferentes. Fue el punto de inflexión para muchos ciudadanos, quienes empezaron, al igual que el resto de españoles, a veranear en la costa y descubrir una nueva forma de ocio. Comenzaba la decandencia de los veranos de antaño, de los de los baños en el río y en las albercas; los de las noches al fresco viendo una película en los cines de verano, o los de los paseos nocturnos parándose a charlar en cada rincón con las vecinas que tomaban el fresco en las puertas de sus casas.
En los 70 ya casi se había extinguido la sana costumbre de ir a los cines de verano llevando los botijos de casa con agua fresca para evitar tener que pagar el refrigerio. El vaso se cotizaba en los cines de verano a una perra gorda. Esta práctica era muy común en el cine San Cayetano, conocido popularmente por los jóvenes de entonces como «cine Botijo».
En las décadas de los 60 y 70, los cordobeses empezaron su lenta y pacífica colonización de la costa del Sol. Comenzaron a tomar fama las playas de Torremolinos, sobre todo «por los ligues con francesas y guiris en general, para la gente joven y no tan jóvenes», matiza uno de aquellos cordobeses que vivieron en primera persona el auge de los veraneos en la costa. «Había discotecas, cuando aquí sólo teníamos la Parrilla de Rivera», matiza. Y también cobraron fama las playas de Fuengirola, que eran más del gusto de los cordobeses para un veraneo más familiar.
Pero la llegada de los vecinos de la capital a la Costa del Sol se produjo mucho antes. Aunque no de forma tan masiva. Así, en Torremolinos, desde 1922 el Ayuntamiento y la Diputación tenían una «colonia veraniega» para escolares sin recursos, tal y como señalan fuentes del Archivo Municipal de Córdoba.
El verano clásico, el de los baños en el río Guadalquivir, el de los chapuzones en las albercas de las huertas o en los pantanos, empezaba su declive y comenzaba a estar mal visto. Es por ello que los periodistas de la época acuñaron un concepto: el «verano vergonzante», que era el de aquellas personas que seguían con la tradicional forma de pasar las vacaciones en la ciudad pero que, ante sus amistades, afirmaban haber estado en la costa, disfrutando del sol y de la playa. Así, en algunos artículos de la época se aludía a aquellos conceptos para denunciar la hipocresía de la sociedad.
El fin de la posguerra y el paulatino incremento de la calidad de vida de los españoles transformó por completo el ocio estival. Atrás quedaron los tabúes y los que se mantenían fueron derribándose.
En este sentido hay que entender la construcción de la piscina del Parador Nacional de La Arruzafa, construida varios años después de la inauguración del edificio.
Las autoridades de la época vieron como un atentado contra la moral pública el hecho de que estas instalaciones contasen con piscina, ya que los extranjeros de aquellos años se regían por otros modelos de conducta y eran muchos más liberales a la hora de elegir sus trajes de baño.
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